Integración de pueblos
por: Santiago Argüello Mejía
El desafío continúa intacto. La construcción del mausoleo de la UNASUR –es indiferente que sea feo o bonito- en la confluencia de dos hemisferios con una suerte diferente, es posiblemente una mueca del destino, una ironía, pero también un argumento para empujarnos a revalorizar las necesidades integradoras en este subcontinente herido. Mi maestro insinuaba lo diferente que sería hablar en los foros internacionales por trescientos millones de habitantes, a hablar por cada uno de nuestros mezquinos intereses.
Pero eso era hace muchos años y de a poco se fue desdibujando, cuando el denominado Pacto Andino achicado aceptaba la necesidad de “flexibilizar” sus reglas para sentarse a la mesa de negociaciones con los grandes (que evidentemente prefieren jugar al gato y al ratón), muy por encima de la supuesta igualdad entre los Estados y la sorna con que reclaman que nuestros votos valen lo mismo.
Me resulta apabullante que se haya escogido el nombre del cuestionado mandatario argentino para bautizar el mausoleo, cuando el anhelo de integración ha sido un discurso tan reiterado que habría sido el espacio para venerar a otros nombres que trabajaron tanto por ella y murieron sin ver la recompensa de ese resquicio de luz para nuestros pueblos. O en otros íconos vivos como el Papa Francisco, la Menchú, Pepe Mujica o, sin ir más lejos, el querido y respetado Luis Alberto Luna Tobar.
Que se den espacios para que nuestros pueblos se integren, para que viajemos sin visa ni obstáculo por toda nuestra Sudamérica y que nos quedemos a vivir ahí donde queramos, parece ser una medida de prudencia. Sigue en carpeta el esfuerzo que cada Estado está llamado a hacer dentro de sus propios países para lograr equidad, justicia, democracia. No es éste un discurso ajeno a la integración de pueblos. Ya somos uno y nos queremos bien, nos comprendemos mejor de lo que se entienden nuestras jerarquías. La voluntad no falla por las bases y debe concretarse en acciones específicas y mecanismos claros para remar todos en el mismo sentido y que nadie nos imponga agendas bilaterales en cancha inclinada, porque somos mucho más que dos, o que tres o que millones que pesan en la conciencia universal.
Es tiempo de apoyar por ejemplo, frente a la limitación de los Estados para la persecución de graves crímenes o agencias transnacionales del crimen que superan la capacidad de acción de los Estados, la consolidación de un Tribunal de Justicia Penal de UNASUR, promovida por nuestro Fiscal General. Para el tema de violaciones sistemáticas a los derechos humanos orquestadas por gobiernos entendemos que es indispensable reforzar más que debilitar la capacidad de acción del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, con las modulaciones que falta hicieren.