Desapariciones
Por: Santiago Argüello Mejía
Acompañar es el verbo que prefiero para la labor que realizamos quienes nos comprometemos con la lucha por los derechos humanos de las personas y de los pueblos. Nosotros somos compañeros de lucha de quienes sufren casi de cualquier manera. La materia prima de los derechos humanos es el sufrimiento de las víctimas de la violación de sus derechos.
Cuanto más si aquello que está en juego es la vida y la integridad de alguien que ha desaparecido, muchas veces sin dejar rastro alguno. Cada vez que me veo confrontado a alguien que busca un familiar hago lo posible por saber detalles de su desaparición y luego pregunto: ¿es qué se ha hecho todo para intentar recuperarla?
Hay por delante un largo túnel de interrogantes, pero todo túnel tiene un lugar sin salida, un espacio de tinieblas desde el cual es imposible avanzar. Y entonces por mucho que se haga las luces no aparecen. Aparecen sí nuevas interrogantes y se espera de los operadores del sistema de justicia y seguridad ciudadana, que cada actor haya hecho todo lo indispensable en el proceso de búsqueda.
De su parte, la estructura jurídica ofrece hoy una respuesta, en la medida en que un caso de desaparición no es sujeto de cierre, archivo o cualquier procedimiento dilatorio. Que si la desaparición subsiste el expediente jurídico continúa abierto de manera indefinida. Y que el sistema de justicia penal debe procurar continuidad a todas las formas de atención de un caso de tanta delicadeza.
PRODH continúa atento a la desaparición de personas. Hay muchos casos que tienen años y que se sirvieron del paraguas protector de los fueros especiales, de las cortes policiales y militares que con frecuencia exoneraban de responsabilidad penal a los acusados. Cada vez que se teme la participación de una autoridad pública o de un agente de la autoridad estamos de lleno frente a violación de derechos humanos y las alarmas deben ser activadas para una investigación intensiva, y que los procesos lleguen a conclusiones específicas en la localización de víctimas y reparación integral.
El lacerante rédito de una desaparición es ilimitado. Es el precio de la incertidumbre y, cuántas veces, un luto que no se cierra por la ausencia inexplicable de un ser querido. No podemos ni debemos dar la espalda a esas víctimas.