LIBRE EXPRESIÓN

Defensoría Pública plantea amnistía para líderes comunitarios

El Defensor Público General del Ecuador, Ernesto Pazmiño Granizo, expresó su preocupación por las penas desproporcionadas que se están registrando en el país. Manifestó que el Estado Constitucional de derechos y justicia no es una simple promesa o retórica normativa: las penas impuestas a Luisa María Lozano y Servio Amable Angamarca del Pueblo Saraguro son preocupantes. Se reafirma la tesis de que América Latina es el continente más desigual del planeta, porque además de la pobreza la ley penal recae con mayor fuerza sobre los más débiles. En el citado caso, la administración de justicia no acogió el estándar constitucional que dice que todos somos iguales ante la ley, toda vez que en casos muy graves y de notoriedad pública las penas han sido “suaves”, a saber: un año por lavado de activos en el caso FIFA-Gate; ocho meses en el caso de venta de pases en la Policía; tres meses en el caso de un exministro procesado por peculado; tres años por una estafa masiva a centenares de personas en planes de vivienda, entre otros. Se trata de millones de dólares en perjuicio no solo al erario nacional sino a las economías de centenas de familias.

El caso de los procesados del Pueblo Saraguro es desigual, pues no se trata de defender la impunidad en la persecución de los delitos, sino de exigir proporcionalidad en las penas, tal como sabiamente nos han trasmitido a manera de refrán, que con la misma vara de la justicia se mida a todos. No es coherente que las personas más débiles (no banqueros, no exministros, no empresarios, no directivos del fútbol) sean más propensas de recibir el servicio público de la cárcel. Las estadísticas de la prisión están llenas de infractores menores en delitos contra la propiedad y en delitos relacionados con las drogas. La cárcel no es un lugar que se caracteriza por encerrar a los poderosos infractores de la ley.

Parte de observar el fenómeno de la criminalización de la pobreza son las sentencias desproporcionadas, imponiendo centralmente el castigo hacia los más débiles y de forma periférica o marginal a los delincuentes de cuello blanco. De ahí que es indispensable preparar el terreno jurídico para concretar un importante imperativo ético: proponer al país entero la resolución pacífica de los conflictos que pueden agudizar aún más las contradicciones sociales, fortaleciendo la reconciliación y la justicia social. Por ahora, cabría la urgente amnistía para todas las lideresas y líderes comunitarios y sociales del Ecuador, más que por un debate político por la recuperación del equilibrio en la justicia.

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