La conducta cultural del presidente
Por: Ileana Almeida
Mensajes asimétricos
La cultura debería ser entendida como medio de fortalecimiento del sentido profundo de la vida pero el presidente Correa le ha dado las espaldas, como si fuera algo sin importancia. El primer y evidente ejemplo son las insufribles OFENSAS diatribas de sus sabatinas, que no educan ni mejoran la capacidad de JUIICO discernimiento, ni estimulan la tolerancia o el pluralismo. Sin posibilidad de reflexión ni de crítica por parte del público, el discurso se explaya en el narcisismo, y a la audiencia no le queda más remedio que soportar la cantaleta sobre las dádivas del régimen y las quejas contra la “prensa corrupta” y los “sufridores”. La famosa frase: “Si me siguen molestando, me lanzo a la reelección”, suena a capricho infantil, además de la carga de despotismo que contiene.
La comunicación es cultura
Otro ejemplo del desconocimiento del mandatario sobre lo que es la comunicación tomada como cultura es querer reducirla a servicio público. La recurrente estigmatización de los medios de comunicación opositores, o simplemente independientes, niega la cultura en tanto mecanismo activo de la sociedad. Es cierto que los sectores dominantes apoyan su poder en los medios de comunicación, y controlan conciencias e ideologías a través de ellos, sin embargo, la comunicación desde el punto de vista de la Semiótica, es un espacio de sentido conformado históricamente por una persona colectiva única, poseedora de una autoconciencia y caracterizada por la acumulación de experiencias. Poner límites a la comunicación, como lo hace Correa, es obligar a olvidar la experiencia histórica del país. La gente que lee los periódicos o ve la televisión tiene vínculos con un pasado conocido y expectativas para el futuro. Opiniones sobre los actos gubernamentales, se aceptan o descartan, es un derecho del público. La comunicación debe fluir libremente y no se obtiene nada con reprimirla, más aún ahora cuando los medios digitales permiten que el receptor produzca sus propios mensajes.
La cultura puede ser revolucionaria
En el 2011, Correa dijo: “La pequeña propiedad rural va en contra de la eficiencia productiva…” Es decir, la propiedad de la tierra comunal dificulta el paso a la libre economía de mercado; es un obstáculo para la matriz productiva y por eso hay que terminar con los retazos de tierra. Retazos les quedó a las comunidades indígenas luego del saqueo secular a las que han sido sometidas. Pero en estas mínimas parcelas, las culturas comunitarias no han muerto, muchas de sus expresiones se conservan en la cotidianeidad. Los territorios comunales son de todos, delimitan sus fronteras semióticas con una valoración propia del mundo interior y exterior. Ahí se dinamizan las lenguas y se reproduce la visión del mundo. Ahí existen, a pesar del abandono de los gobiernos, educación, salud y justicia como costumbre ancestral, ahí se fomenta la economía y la seguridad del medio ambiente. Las comunidades indígenas, a pesar de la privatización de gran parte de su territorio, todavía pueden construir modelos alternativos bajo el sustento de la comunidad, más como ente socio-político que productivo. Por ello la cultura comunitaria puede ser revolucionaria. Debido a un concepto surgido del sentir de los ayllus, la cultura ecuatoriana ha podido ampliarse, el Sumak Kawsay, “vivir a gusto”, es ahora, una nueva propuesta de vivir y actuar opuesta a la lógica desarrollista del capitalismo pero que lamentablemente ha sido muy deformada por el gobierno. Las culturas indígenas, diferentes a la cultura “occidental”, dan la posibilidad de comparar sistemas de pensamiento distintos, los conceptos de ñaupa o k´ipa son característicos de este tipo de conciencia y pueden ensanchar la actividad intelectual. La manera de abordar las matemáticas con la taptana, es una garantía de enseñanza de la materia en los primeros años de la escuela. Se podrían dar muchos más ejemplos para mostrar como la acumulación de experiencia cultural de los pueblos indígenas, es válida no solo para la democracia política, sino también para el progreso científico. Ahora, con la coartada de la Modernización, el acelerado desarrollo capitalista y el carácter de institución total que ha adquirido gobierno, la ley de Tierras que se anuncia, promocionada desde ahora con el slogan: “las pequeñas propiedades de tierra van en contra de la eficiencia productiva”, se anuncia como una amenaza a la existencia de las pequeñas parcelas de tierra indígenas, lo que sería en el caso un verdadero derrumbe cultural, cuyo consecuencias se verán no solo entre los indígenas, dueños seculares de la tierra como en aquellos que no lo son.