EDITORIAL

Las lecciones que podemos aprender del conflicto en Siria

Revisando en la prensa sobre los orígenes de este conflicto armado, que por cierto amenaza con alterar la paz mundial, se encuentran cosas como las siguientes:

“El conflicto sirio tiene sus orígenes en la corrupción, en la captura política, en la pobreza, en la violación de derechos humanos y en la desigualdad” (eldiario.es)

“Años antes de que el conflicto comenzara, muchos sirios se quejaban de un alto desempleo en el país, de extensa corrupción, falta de libertad política y de la represión del gobierno del presidente Bashar al Asad” (BBC.com)

A raíz de estos problemas los ciudadanos y ciudadanas sirias en 2011, al calor de la primavera árabe, se lanzaron a las calles a protestar y a reclamar sus derechos. Pero solo obtuvieron una brutal represión por parte del gobierno de su país. La situación escaló hasta el punto de no poder aguantar más y muchas personas optaron por tomar las armas en un intento por derrocar al presidente Bashar al Asad. Allí comenzó la guerra civil.

Con posterioridad las cosas se complicaron aún más, pues ingresaron al combate terceros grupos radicales y fundamentalistas con lo que se polarizó más la situación, y si a ello le sumamos la injerencia internacional, se obtiene la receta perfecta para el conflicto bélico.

Como podemos observar, los males que dieron origen a la situación en Siria no son exclusivos de esa latitud, es prioritario tomar consciencia de que la división y la polarización de la población nunca son buenas, que la transparencia y manejo responsable de la cosa pública son un factor fundamental no solo para el desarrollo sino para el mantenimiento de la paz, que la represión y criminalización de la protesta son una violación de derechos humanos, y que la violencia nunca ha solucionado nada de buena manera.

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