Y SI EN LUGAR DE OFENDERNOS ENTRE HERMANOS SACAMOS LO MEJOR DE NOSOTROS

En días pasados presenciamos un enfrentamiento entre ecuatorianos y venezolanos, la razón principal, una serie de videos y reportajes en los cuales hombres y mujeres venezolanas realizan comentarios desacertados y muchas veces ofensivos en contra de los ecuatorianos, ante eso la reacción de muchos de nuestros compatriotas ha sido responder a esas agresiones con agresiones mayores. Así acudiendo al honor nacional y al sentimiento patrio incluso se ha convocado a marchas exigiendo la expulsión de los venezolanos. Los comentarios de “algunos”, ojo “algunos”, venezolanos son en efecto desagradables, pero debemos saber que parten desde la ignorancia, la xenofobia, el racismo y merecen nuestro completo rechazo, pero igualmente merece nuestro repudio la reacción de varios de nuestros compatriotas, quienes partiendo de la generalización, el resentimiento y el odio han decidido emprender una cruzada en contra de todos los venezolanos, hemos sacado lo peor de nosotros incluso dando la razón a varios de los comentarios que tanto nos han ofendido. Si usted radioescucha o lector decide entrar a las redes sociales podrá fácilmente ver a lo que nos referimos, más allá de eso también podrá observar y escuchar lo mismo en las calles. Gestos, acciones y comentarios de rechazo como: “que se regresen a su país”, “nos están quitando el trabajo”, “no les compremos nada a esos malagradecidos” o “no les contratemos más”, entre muchas otras frases acompañadas de un lenguaje altisonante y florido, e incluso llegando a las agresiones físicas. Ante todo esto radioescucha o lector creemos necesario hacer tres cosas. Primero, un ejercicio de análisis, pues los comentarios que tanto nos han ofendido solo son de algunas personas desatinadas a quienes se les ha dado publicidad en exceso, y deben ofendernos en igual medida los comentarios racistas y xenófobos, y las respuestas de odio y resentimiento generalizado cualquiera que sea su fuente, hermanos venezolanos y/o compatriotas ecuatorianos. Segundo, hagamos un ejercicio de memoria y empatía: ¿los ecuatorianos acaso no hemos sido y somos una población migrante? ¿No nos ha tocado acaso salir del país contra nuestra voluntad por situaciones políticas o económicas que nos son ajenas? ¿No se nos ha dicho también que “quitamos trabajo” (aun cuando hemos sido explotados y trabajado por menos de lo legal)?, “que no nos ajustamos a las costumbres de la sociedad que nos acoge”, “que deberíamos regresarnos a nuestro país”. Y sobre todo ¿no nos hemos sentido indignados y exigido que se nos trate con el respeto que merece cualquier ser humano con independencia de la etnia o nacionalidad? Tercero, reflexionemos sobre lo ocurrido, asumamos que la convivencia siempre será difícil y los conflictos entre personas son inevitables, pero además, y creo que esto es lo más importante, nuestra reacción ante una ofensa no debe ser otra ofensa mayor, condenemos lo malo y resaltemos lo bueno, y aunque suene evidente tratemos a los demás como nos gustaría ser tratados: como seres humanos por encima de todo.

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