Hace unos días el presidente de los Estados Unidos, el multimillonario Donald Trump, se refirió a Haití, El Salvador y varios países africanos en términos totalmente inaceptables. En una reunión con legisladores de los dos partidos sobre la reforma migratoria, preguntó ¿Por qué tenemos a toda esta gente de países que son un agujero de m….. viniendo aquí? y agregó que preferiría recibir más inmigrantes de Noruega.
El rechazo por parte de presidentes, ministros y representantes ante las Naciones Unidas de 54 países agraviados y de millones de personas en todo el mundo, fue inmediato. Varias autoridades de países africanos demandaron disculpas por parte del mandatario norteamericano, las cuales, como era de esperar, no se produjeron. Trump se contentó con afirmar que sus palabras habían sido duras y trató de congraciarse con algunos jefes de Estado de los países mencionados.
El portavoz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU fue muy claro: “Estos comentarios del presidente de los Estados Unidos son sorprendentes y vergonzosos. Lo siento pero no pueden ser definidos de otra manera que como racistas”.
Esta afirmación evidencia una vez más, pero con mayor fuerza que en todas las veces anteriores, la esencia xenófoba y racista de Trump. Un individuo que está convencido de la supremacía de la gente de origen europeo, por lo cual quiere a toda costa construir el muro que impida el ingreso de mexicanos y otros indeseables latinos, musulmanes o de cualquier origen que no sea europeo. Usa el argumento de que las personas que cruzan clandestinamente la frontera son mayoritariamente delincuentes, narcotraficantes y violadores, lo cual es completamente falso.
Tal vez la peor pesadilla de los supremacistas blancos como Trump es que la población de origen europeo deje de ser mayoritaria en los Estados Unidos. Y la tendencia actual de crecimiento de los distintos grupos étnicos y la inmigración, indican que esto sucedería alrededor del año 2050, para cuando ya Trump habrá muerto pero no su descendencia.
Es necesario que Trump termine con su discurso venenoso que normaliza el odio e incita a la violencia contra las minorías en los Estados Unidos, es decir contra todos aquellos que no son de origen europeo, porque sus palabras van acompañadas de decisiones que vulneran los derechos y trastocan las vidas de millones de personas dentro y también fuera de los Estados Unidos (prohibición de ingreso, impedimento de reunificaciones familiares, deportaciones, etc.) Por eso, el reproche internacional y las disculpas exigidas por los países africanos son un paso fundamental para que lo inamisible deje de pasar como simple rutina.