Los queríamos de vuelta a casa pero sanos y salvos

El día miércoles 27 de junio llegaron a Quito los cuerpos de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, los comunicadores del diario El Comercio que fueron secuestrados tres meses antes en Mataje, provincia de Esmeraldas, zona limítrofe con Colombia. Los actos delictivos fueron cometidos por un grupo de disidentes de las FARC liderados por alias “Guacho”, quien luego asesinaría a los periodistas, esto ante la pasividad e incapacidad de los gobiernos de Ecuador y Colombia.

Es por esta razón que la presencia de algunas autoridades del gobierno nacional recibiendo a los féretros dejó un sabor agridulce, como “lágrimas de cocodrilo” de un gobierno que no tuvo la decisión, la entereza y la inteligencia para hacer las cosas de tal manera que se hubiera evitado el asesinato de los tres miembros del equipo periodístico.

¿Hubiera sido mucho pedir que los militares del puesto de Mataje, en vez de solamente advertirles a los periodistas de los riegos de la zona, les hubieran dado protección y seguridad para realizar su trabajo? ¿Acaso no es la obligación de las Fuerzas Armadas y policiales dar protección a los ciudadanos, o es un enunciado vacío que solo se aplica a las autoridades y personas VIP y no a simples periodistas?

¿Hubiera sido mucho pedir que los presidentes Moreno y Santos dejaran de lado el discurso guerrerista de machos alfa, cuyo único objetivo parecía ser liquidar a “Guacho” y su gente?, todo esto en lugar de brindar una solución que conservara la integridad física y vida de los periodistas. Sin duda el parecer fuertes ante la opinión ciudadana peso mucho más.

¿Hubiera sido mucho pedir que al frente del problema y negociación hubieran estado funcionarios capaces y bien formados? Los ministros de Defensa, Interior y Relaciones Exteriores, Patricio Zambrano, César Navas y María Fernanda Espinosa, respectivamente, probaron su ineptitud y tienen una gran parte de responsabilidad en el fatal desenlace. Por cierto, no olvidemos que pese a lo sucedido, a María Fernanda Espinosa no se le pidió la renuncia sino que fue premiada con la presidencia de la Asamblea de la ONU.

¿Hubiera sido mucho pedir que los gobiernos de Ecuador y Colombia cumplan con su trabajo y se preocupen en verdad por las provincias de frontera?, territorios siempre abandonados y dejados en manos de la delincuencia organizada.

Los familiares de los periodistas de El Comercio ya no volverán nunca más a hablar, bromear o compartir con sus seres queridos. Ni siquiera a discutir con ellos. No los podrán abrazar nunca más. Solo les quedará el triste consuelo de visitar sus tumbas en un cementerio. Esperemos que se tomen las medidas y correctivos para que el destino sea diferente para Katty Velasco y Óscar Villacís, la pareja de ecuatorianos que llevan más de dos meses secuestrados por el mismo grupo de disidentes de las FARC.

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