¿Por qué tanto alboroto con el término “nuevas masculinidades”?

Hace pocos días se encendió la polémica por un artículo del Reglamento de la Ley para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, que ordenaba incluir la “transversalización de enfoque de género”, “nuevas masculinidades”, “mujeres en su diversidad”, “prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres”, “cambio de roles” y “eliminación de estereotipos de género” dentro de las mallas curriculares, textos escolares y guías docentes de todos los niveles educativos

En este editorial nos centraremos en la expresión “nuevas masculinidades”, concepto que se crea con la buena intención de abrir el espacio a nuevas y mejores formas de que los hombres se relacionen en sociedad.

La expresión puede resultar chocante para algunas personas, y esto es entendible, pues se nos ha criado en un modelo con el que se les enseñó a los hombres a: restringir sus emociones, obsesionarse con el éxito, tomar riesgos, ser como una roca y no demostrar sus sentimientos, y a no compartir el poder con las mujeres.

Estos cinco elementos son la base de lo que se conoce como “masculinidad tradicional”, y cuya consecuencia es privar a los hombres de disfrutar de su hogar, la crianza de sus hijas e hijos, relaciones saludables con otras personas, e incluso, les priva de gozar de su propia salud física, emocional y mental.

Las “nuevas masculinidades” son una propuesta para que los hombres tengan la posibilidad de relacionarse pacíficamente con otros hombres y con las mujeres, pues se cuestiona el viejo modelo mental de agresión como forma de reafirmar al varón.

Al superar la violencia y el puñete como moneda de curso de las relaciones sociales es posible también que las mujeres gocen de una vida más plena, pues el machismo solo fomenta las agresiones que ellas sufren como consecuencia de ser vistas como seres inferiores, tanto en espacios públicos como en privados.

Pero ¿cómo construir nuevas masculinidades? Lo primero es reconocer que lo femenino no debe ser menospreciado ni ridiculizado, por lo cual está bien asumir otras actitudes para resolver conflictos, en especial el diálogo. Lo siguiente es educar hombres no violentos, tanto en nuestros hogares como en la escuela, lo que implica por ejemplo dejar de usar dichos y expresiones del diario vivir como “es un mandarina” “poco hombre” “los hombres no lloran”, etcétera. Además, es necesario enseñar a niños y niñas por igual cómo realizar los trabajos domésticos, y que en nuestros hogares se dividan estos oficios de forma igualitaria, pues el buen ejemplo empieza por casa.

Por estas razones es que no hay que temer a los esfuerzos por fomentar “nuevas masculinidades”, tampoco a las reformas conducentes a la eliminación de estereotipos machistas y la implementación de política pública para modificación de roles que responden a la masculinidad tradicional y mucho menos a las acciones emprendidas para erradicar la violencia contra la mujer. A lo que si debemos temer es al penoso retroceso que implica eliminar dichos conceptos y expresiones en la normativa legal basándose en miedos infundados, ignorancia, desconocimiento y fundamentalismos.

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