Ocurre con mucha frecuencia que las leyes y las normas han consagrado y perpetuado situaciones injustas, discriminatorias y violatorias de derechos humanos. Solamente cabe recordar que en la Alemania Nazi el exterminio de los judíos fue una situación no solo permitida sino respaldada por sus leyes, en Sudáfrica la segregación racial fue legal y Mandela estuvo en la cárcel 27 años por esa razón, en los Estados Unidos sucedió lo mismo respecto a la discriminación contra los afroamericanos. En todo el mundo la mujer fue un ser humano de segunda clase, sin derechos o con escasos derechos, así lo establecían las normas, recién en el Siglo XX las cosas comenzaron a cambiar y dichos cambios no gozaron inicialmente del respaldo popular.
Las leyes son el espejo de la gente, para bien y para mal y con mucha frecuencia las normas reflejan los prejuicios y la intolerancia de la sociedad. Pero las normas necesitan cambiar para ajustarse a los tiempos, para ajustarse a los siempre cambiantes seres humanos y en definitiva para respetar y garantizar los derechos humanos sin discriminación alguna, tal como exige la Declaración Universal de Derechos Humanos y manda nuestra propia Constitución.
Nuestra Corte Constitucional ha empezado a discutir respecto al “matrimonio igualitario”, es decir la posibilidad del matrimonio de personas del mismo sexo, y existen dos posiciones encontradas, las de aquellos que creen que es implicaría afectar los valores cristianos y que además eso estaría en contra de la propia biología al entender que el matrimonio es un contrato solemne cuyo fin es la indispensable procreación de niños, temen que la especie humana se extinga. Además, tienen pavor a que dichas parejas puedan adoptar niños, creen que van a pervertirlos.
La otra posición es la de aquellos que piensan que no existe razón posible para negar que dos personas adultas, con criterio formado y voluntariamente puedan casarse, puesto que el matrimonio es un contrato civil que causa efectos jurídicos relevantes y beneficiosos para las parejas, también dicen que en un estado laico la religión no debe imponer sus criterios e incluso señalan que la Biblia en ningún momento dice que discriminarás al prójimo sino que lo amarás. También dicen que eso de que el matrimonio solo tiene por finalidad procrear es falso, pues en realidad el fin del matrimonio es el cuidado mutuo, por eso mismo las parejas que no quieren o pueden tener hijos igualmente pueden casarse. Y respecto a eso de la adopción, señalan que el ser homosexual no es una enfermedad contagiosa sino una orientación que no puede ser impuesta.
Resumiendo, la primera posición es falsa y discrimina y la segunda posición es verdadera, respeta y garantiza los derechos humanos. Por eso, es momento que la Corte Constitucional y nosotros como ciudadanos tomemos postura y nos pongamos del lado correcto de la historia, que respaldemos y exijamos el matrimonio igualitario, que pongamos fin a la discriminación y que pongamos fin a normas basadas en cuentos absurdos y en moralismos de hace siglos que ya no tienen fundamento y razón de ser.
Es por eso que levantamos nuestra voz y decimos MATRIIMONIO IGUALITARIO AQUÍ Y AHORA.