Hace un par de semanas estalló un escándalo por un reportaje 1 del periódico The Guardian, el cual puede ser consultado en internet, el reportaje trata sobre la exportación de desperdicios plásticos de difícil reciclaje de Estados Unidos a varios países en desarrollo, principalmente asiáticos, dentro de los
que se encuentra Ecuador, que importó en 2018 desechos plásticos por un equivalente a $3.6 millones de varios países. La respuesta de las autoridades ambientales del país no se hizo esperar. ¡Rápidamente solicitaron los respaldos del reportaje a The Guardian!
Basta con ver que los datos fueron tomados de la Oficina de Censo de Estados Unidos para darse cuenta de que el problema es real, que no se trata de una noticia viral o falsa, y que, si bien no tiene la misma magnitud que en los países asiáticos involucrados, no es menos cierto que Ecuador no tiene una política clara y seria sobre el reciclaje, no hay suficientes empresas con la capacidad técnica, ni existen programas públicos. Por lo tanto, la “importación” supone un grave riesgo para la vida y la salud en el
territorio nacional. Si el país no puede reciclar su propio plástico ¿cómo va a poder procesar el de otros?
Lo más probable es que termine en rellenos sanitarios, incinerado, en los océanos y playas, “o por ahí”.
Vale la pena recordar que Galápagos está viviendo una fuerte afectación por este tema, pues aunque se prohibió recientemente la venta y uso de sorbetes y el ingreso de fundas y botellas no retornables, existen aún desperdicios plásticos en varias playas, a los que se suman los que viajan por el mar y llegan
con las corrientes del Pacífico de países asiáticos y suramericanos, como reporta el documental 2
“Plástico en el paraíso: la batalla por el futuro de las Islas Galápagos”, el cual puede ser encontrado gratuitamente en YouTube.
Se necesita una verdadera respuesta de parte de las autoridades. Una que castigue la falta de control en estas “importaciones”; que de cuando menos los primeros pasos para crear plantas de reciclaje – pero de esas que funcionan bien-; que prohíba la fabricación de plásticos de imposible o difícil reciclaje; que estimule a las empresas y comercios que eliminan el plástico de sus cadenas y a las que promueven el buen reciclaje.
No necesitamos respuestas tibias, ni mediáticas, y menos esas de “ataque al mensajero” que descubrió el problema. Pero mientras eso pasa no se cruce de brazos a esperar, evite el plástico.