Aquello tiempos de cruenta represión no deben de volver

Hace unos días el Ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín, en rueda de prensa afirmó lo siguiente respecto a las universidades que sirvieron de centros de acogida durante las protestas, “eran centros logísticos de abastecimiento para los manifestantes y los grupos que actuaban vandálicamente”.

La afirmación del Ministro fue inmediatamente rechazada por las universidades aludidas (Universidad Central del Ecuador, Universidad Politécnica Salesiana, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Escuela Politécnica Nacional y Universidad Andina Simón Bolívar). En un comunicado tachan de desafortunadas las declaraciones y reafirman su “rol de centros de paz y acogida humanitaria durante los días del paro nacional”.

Lo dicho por el Ministro Jarrín, lejos de ser declaraciones desafortunadas en realidad son afirmaciones terriblemente irresponsables que no ayudan sino que boicotean las negociaciones para alcanzar la paz entre el gobierno, sectores sociales y el movimiento indígena. Pero esas declaraciones sí sirven para algo, y es para entender realmente como entendió el gobierno el paro nacional y en consecuencia como actúo.

El Gobierno entendió que el paro se trataba de una guerra sin cuartel contra un grupo organizado de delincuentes y que las universidades eran sus guaridas, de esa manera por ejemplo se explica que el lanzar gas lacrimógeno a las universidades y la Casa de la Cultura no se trató de un accidente, en el pensamiento de Jarrín ese acto no implicaba afectación contra mujeres, niños y adultos mayores sino una acción justificada combatiendo a una guerrilla. De esa manera también se explica los miles de heridos, la decena de muertos y la enorme cantidad de detenidos, para el Gobierno no se trataba de una protesta social se trataba de algo muy parecido a “una guerra”.

Eso de entender a la protesta social como una guerra no es exclusivo del Gobierno ecuatoriano, el Presidente de Chile, Sebastián Piñera, afirmó hace pocos días en una rueda de prensa que: “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”.

El Gobierno chileno tampoco ha entendido que la protesta es un reclamo justo ante nuevas medidas neoliberales que no hacen sino profundizar una crisis oculta. Chile es uno de los países más desiguales no solo de la región sino del mundo y uno de los pocos países de la América Latina que no cuenta con educación ni salud pública gratuita. Chile no es ese oasis de paz y ese modelo económico exitoso que nos quieren pintar.

Las declaraciones del Ministro Jarrín y del Presidente Piñera deben hacernos reflexionar, pues se parecen mucho a los argumentos y declaraciones con las que se justificaron todo tipo de violaciones a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad en los años setenta del siglo pasado. Y esto es muy preocupante, como sociedad debemos estar alertas ser muy críticos y debemos hacerles saber a nuestro gobernantes que aquello tiempos de cruenta represión no deben de volver.