Un género muy popular en el cine es el de las películas del viejo Oeste, en ellas nos podíamos encontrar a personajes buenos (los héroes) y malos (los villanos), y este conflicto entre el bien y el mal se solucionaba siempre a punta de pistola, con la necesaria muerte de los villanos.
Dejando el cine de lado, muchos políticos en la realidad y durante varias décadas (da igual que hablemos de los años 70, 80, o 90 del siglo pasado o los del presente siglo) nos han vendido esta lógica del viejo oeste para combatir la delincuencia, y la verdad indiscutible es que la situación no se ha solucionado, ni siquiera ha mejorado e incluso muchos podrían afirmar que la inseguridad ha empeorado.
Estos políticos, sea que hablemos de Febres Cordero, Jaime Nebot, Cynthia Viteri, Pocho Harb, Andrés Páez, Rafael Correa y el propio Lenin Moreno, entre muchísimos otros; sean del PSC, DP, PRE, AP o ID o de cualquier otro partido o movimiento político, muy hábilmente nos siguen vendiendo humo, esta idea de que la seguridad y la paz se consiguen con penas más altas, con más policía, con el ejercito en las calles, con más armas y al mismo tiempo, con menos libertades y derechos. Echándole la culpa al enemigo de turno, al comunista, al sindicalista, al indígena, al afroecuatoriano, al colombiano, al cubano y hoy por hoy al venezolano.
La raíz del problema está en buscar una salida fácil a un problema complejo, en encontrar el calor en las sábanas y no ir más allá, en no aprender de las experiencias pasadas y repetir los errores, en sumar a las largas listas más muertos, desaparecidos, torturados y privados de la libertad, en aplicar siempre las mismas medidas que no han dado resultado para la sociedad pero que, sin embargo, son tan populares y redituables políticamente.
Cabe preguntarse ¿Realmente a estos políticos profesionales les interesa solucionar el problema de la delincuencia, o acaso más bien buscan perennizarse demagógicamente en el poder? La respuesta es casi obvia. No les interesa mucho lo primero. Aquí les dejamos algunas ideas interesantes que no han sido puestas en práctica.
– Una mejor redistribución de la riqueza y evitar su concentración en pocas manos;
– Mayor inversión en educación, cultura, salud y vivienda;
– Capacitar a la fuerza pública en su misión de garantes de derecho, más allá del mero uso de las armas;
– Asumir que las cárceles no son la solución y que el actual sistema de “rehabilitación” fracasó;
– Preocuparse por las víctimas y no solo por eliminar al delincuente;
– Combatir con rudeza los delitos de cuello blanco y los grandes desfalcos materia de la corrupción, en lugar de priorizar los delitos de bagatela y caerle con toda la fuerza y recursos del Estado al de poncho.
Bien dicen que locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes.