Uno de los derechos fundamentales del ser humano, es el derecho a la alimentación. El cual cada vez es más vulnerado en el planeta. Hoy, a nivel mundial se producen más alimentos que los necesarios para dar de comer a toda la humanidad. En Estados Unidos, la población tira a la basura 30% de los alimentos producidos y en Europa, un 20%.
Por otro lado, en un mundo cada vez más desigual, hay 3000 mil millones de personas que sufren algún grado de desnutrición, 4 de cada 10 habitantes del mundo. Y uno de cada diez padece hambre. Nos conmueven las imágenes de niños africanos esqueléticos y más recientemente también de niños venezolanos, próximos a morir de inanición. Pero nuestro país no está muy lejos de esta situación. Uno de cada cuatro niños en el Ecuador sufre desnutrición. Los enormes ingresos del Estado en los años de bonanza durante el gobierno de Correa no fueron empleados para cambiar esta situación, las cifras se mantuvieron. Indudablemente no era una de las prioridades del gasto de la revolución ciudadana, y ya sin recursos y una enorme deuda, tampoco ha sido una prioridad del gobierno de Moreno.
La situación, grave de por sí antes de la pandemia del coronavirus, con el Ecuador en plena crisis económica ha empeorado. Muchas personas que se han quedado sin sus fuentes de trabajo, y ellas y sus familias están padeciendo hambre. Los kits alimentarios entregados por parte del gobierno nacional, los gobiernos locales y ONGs – muy loables iniciativas ciudadanas- así como la solidaridad de los vecinos, han sido claramente insuficientes para revertir esta situación. Se requerirían de muchos más alimentos para distribuir a toda la población que se ha quedado desempleada y a sus familias. Pero con un Estado sin fondos para emergencias, esto ha resultado imposible.
La poca ayuda se ha concentrado en los habitantes de las ciudades más grandes, dejando de lado a la población de ciudades pequeñas y pueblos y por supuesto, a los campesinos. Los medios de comunicación han entrevistado a varios ciudadanos que en los primeros meses de la pandemia recibieron esta ayuda, pero ya hace varios meses han dejado de recibirla. Ante esta situación, resulta indignante que la anterior titular de la Secretaría Nacional de Riesgos y el ex-prefecto del Guayas hayan adquirido kits alimentarios con 40% de sobreprecio.
Hay que pensar en el país luego de la pandemia, porque el problema de la alimentación al mediano y largo plazo no se resuelve con la entrega de kits alimentarios sino con generación de empleo, con menos desigualdad social, con un sistema de distribución más democrático que no esté basado en los intermediarios, con acceso a más y mejores tierras para los campesinos que producen para el consumo local, para lo cual se necesitan créditos blandos, insumos, semillas, etc. Es decir, un cambio drástico de la realidad actual.