Llevamos un poco más de 6 meses conviviendo con el Covid-19, una enfermedad que nos puso la vida “patas arriba”, y que nos cambió la forma de enfrentar el día a día. Uno de los cambios más importantes fue que nos privara de las aulas escolares, un noble lugar que ahora representa una de las zonas más riesgosas para la salud, pues una reapertura se traduce en poner en un mismo sitio a muchas personas, principalmente niñas y niños pequeños, sin garantía se distanciamiento, ni ventilación suficiente, por más de 5 horas y con pocas probabilidades de que usen mascarilla de forma sostenida.
Por esta razón, y teniendo en cuenta lo dicho recientemente por las autoridades de la Organización Mundial de la Salud, se debe verificar si existen o no condiciones en los diferentes planteles educativos de todos los niveles de Ecuador para que el retorno sea: paulatino, ordenado y escalonado. Esto implica que las autoridades nacionales se pongan de acuerdo en la elaboración de un plan de amplio alcance, pues no basta con que el Ministerio de Educación salga a declarar, sin sustento suficiente por demás, que “las condiciones están dadas para el retorno”.
Se trata de una decisión que involucra a muchos sectores y dependencias públicas, así por ejemplo: la movilización del transporte escolar, la toma y procesamiento de pruebas masivas, la logística de alimentación escolar biosegura, la preparación de espacios físicos adecuados para que las personas retornen, empezando por establecer espacios de desinfección y lavado frecuente de manos, lo que supone tomarse con seriedad, de una vez y por todas, los problemas básicos de infraestructura como el abastecimiento de agua potable permanente a las escuelas, así como la ampliación de servicios higiénicos, carece de toda lógica que se pretenda el regreso a planteles de 1000 estudiantes con solo 4 baños, todo esto sin mencionar el rol del Ministerio de Finanzas.
Debemos recordar que inclusive en un esquema de teleducación se requiere que las y los docentes puedan desarrollar su trabajo con total seguridad, pues como se advirtió hace un par de meses, la vetusta práctica de la entrega física de portafolios escolares, realizada además bajo amenaza de parte de rectoras y rectores a padres y madres, a quienes se amenazó con que sus hijas e hijos perderían el año escolar de no hacerlo, demostró ser innecesaria, inadecuada y desproporcionada.
¿Qué ocurrió a la final? que muchos docentes, padres y madres se contagiaron, se creó un gasto innecesario en los ya golpeados bolsillos de estos para la entrega de deberes, ya realizada por medios digitales, y lo peor de todo, que aun cumpliendo las descabelladas condiciones fijadas, muchas niñas y niños perdieron el año escolar, no por bajo rendimiento, sino por la inflexibilidad e incompetencia de las escuelas, disfrazada con diversas excusas nunca atribuibles al plantel, ni a la improvisación del Ministerio.Visto todo lo anterior, podemos responder la pregunta que nos convoca en este editorial:
¡NO se puede pensar en un pronto regreso a las aulas en el país!
¡No podemos poner en riesgo la vida de tantos!