Reportan por estos días los medios de prensa ecuatoriana, que las autoridades del país se encuentran en negociaciones con el gobierno de Estados Unidos para alcanzar un “acuerdo comercial”. De momento se ha indicado que se trata de un acuerdo comercial de primera fase, por lo que aún no tendría el alcance de un TLC, o tratado de libre comercio, que supone cambios más profundos en la importación y exportación de bienes, productos y servicios, así como en la producción nacional a todo nivel.
Es importante indicar dos aspectos sobre dicho acuerdo, primero, que su alcance para esta etapa se limita a 4 temas de interés, como indicó el ministro Ontaneda: (i) facilidades para el comercio internacional, (ii) buenas prácticas de regulación, (iii) beneficios para MIPYMES y (iv) lucha anticorrupción dentro del intercambio comercial; el segundo aspecto, que si hay una primera fase habrá otras, por lo que como en todo contrato se debe mirar con detenimiento la “letra menuda”, pero sobre todo, la intención a largo plazo de Estados Unidos y sus magnates multinacionales. Por esto tenemos que mirar las experiencias de países vecinos para aprender de sus errores y no repetirlos. Entonces conviene revisar qué le ocurrió al vecino del norte luego de 8 años de vigencia del TLC. Según indica Germán Enrique Nova 1 , profesor de la Universidad Nacional de Colombia, en dicho período hubo un retroceso en materia comercial, la balanza comercial pasó a negativa, la tasa de crecimiento entre 2018 y 2019 fue de las peores y no se generaron las plazas de empleo prometidas, al contrario, se acentuó la informalidad (con niveles del 58% aproximadamente).
Además, en criterio del profesor Nova, a la hora de implementar el TLC se olvidaron dificultades y riesgos tales como:
– La desprotección de sectores productivos poco beneficiados con el TLC
(principalmente el agro).
– La pérdida de ingresos tributarios por concepto de aranceles, así como la protección
de la producción nacional que se derivaba de aquellos.
– La poca capacidad de adaptación de las empresas nacionales y la consecuente
concentración y captación del mercado por las empresas extranjeras.
Y no se debe olvidar que con la letra menuda entraron en vigor, y ante la estupefacción
de todos, regulaciones de “semillas certificadas”, que solo beneficiaron a las
multinacionales y casi llevan a la quiebra a pequeños y medianos agricultores que ya no
podían usar la semilla tradicional.
Para finalizar, se debe concluir que no se puede satanizar el acuerdo de primera fase sin siquiera conocerlo, pero tampoco podemos ser ingenuos y creer que “todo lo que brilla es oro”. Debemos exigir de las autoridades negociadoras grandes dosis de realismo, madurez y sensatez, pues no se vale aceptar cualquier tipo de cláusulas y condiciones.
Se requieren verdaderos beneficios para ambas partes, y que en el futuro no tengamos que referirnos al acuerdo comercial con Estados Unidos como el “acuerdo embudo”, porque lo ancho se haya ido para el norte y lo delgado haya quedado por acá en el sur.
1 Ver: https://unperiodico.unal.edu.co/pages/detail/siete-anos-despues-colombia-sigue-en-desventaja-en-
el-tlc-con-estados-unidos/