En los últimos días se reavivó el tema de legalizar las corridas de toros y las peleas de gallos, así como todo un conjunto de prácticas de tortura pública a los animales. Esto por motivo de la audiencia que se realizará en la Corte Constitucional respecto a la supuesta inconstitucionalidad de las ordenanzas municipales que prohíben este tipo de prácticas en la ciudad de Quito, dicha demanda fue presentada por la Asociación de Toreros Profesionales del Ecuador.
Conviene recordar que esta prohibición que se encuentra vigente en gran parte del país responde a la consulta popular del año 2011, en la que127 de los 221 cantones del país se pronunciaron por el NO. Para abordar este tema de la mejor manera, es bueno recordar ese genial libro del caricaturista mexicano RIUS llamado “Toreros SÍ – Toreros NO”. Allí el autor se encarga de desenmascarar y rebatir los principales argumentos de los activistas de la tortura animal:
Primer argumento. “El toreo es un arte”.Se señala que el torero requiere de conocimientos y dominio técnico de su cuerpo y herramientas, tales como la espada y los banderines. En efecto, se entiende coloquialmente por arte al dominio de una actividad. Eso en realidad es una técnica.La técnica de torturar y matar a un animal indefenso, un animal que además viene reducido física y psicológicamente, a un enfrentamiento desigual. También se dice que el toreo es un arte pues ha inspirado a cantantes y pintores, sobre esto cabe diferenciar que el que una práctica inspire a algunos artistas, no la convierte en arte, ni la hace buena y digna de ser apreciada de forma automática.
Segundo argumento. “El toreo es cultura y tradición”.Se señala que tras varios siglos el toreo es parte de nuestra identidad como pueblo y país. Basta ver la definición para entender que no es así:“Cultura. Cultivar conocimientos por medio del ejercicio de las facultades intelectuales”, de eso en el toreo nada. Respecto a si el toreo es tradición, es innegable que este pudo llegar a convertirse en tradición, incluso si no nació en el continente americano, pero cabe preguntarse: ¿debemos conservar y proteger todas nuestras tradiciones, incluso las sanguinarias y salvajes? La respuesta es un NO rotundo.Sería absurdo, por ejemplo, defender la práctica de sacrificios humanos por ser una actividad tradicional. Que los pueblos abandonen estas prácticas es un signo de avance, tal como ha ocurrido en España y Cataluña.
Tercer argumento. “El toreo es fiesta y ello es bueno para la economía”.Lo mismo se decía de las matanzas de cristianos en el Coliseo Romano en la antigua Roma. Que una actividad genere jolgorio popular y sea “buena para la economía” no la hace positiva y noble. Además, hay que destacar que los beneficios económicos de “la fiesta brava” no repercuten en las personas de clase media y baja, sino en las clases altas, los canales de televisión, los grandes ganaderos, las empresas de publicidad y las multinacionales.
Habrán más razones, pero terminemos señalando que es una contradicción tan o más grande que el Chimborazo, tener una Constitución que señala que el Ecuador reconoce derechos a la naturaleza y se rige por el buen vivir, y al mismo tiempo defender la práctica sangrienta y despiadada de dar muerte a un animal por mera diversión.