Reflexiones sobre el 8 de marzo en el 2021

Suena increíble que este año las conmemoraciones por el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se enmarquen en el liderazgo, pues quedó demostrado con creces que las mujeres fueron y siguen siendo fundamentales en el manejo de la crisis sanitaria, y sin embargo, ONU Mujeres señala que “Pese a que las mujeres constituyen la mayoría del personal de primera línea, existe una representación desproporcionada e inadecuada de mujeres en los espacios de política nacionales y mundiales relacionados con la Covid-19.” Por tal razón, esta entidad denominó a la conmemoración de 2021, Mujeres líderes: por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19.

Es necesario entonces profundizar en la verdadera participación de las mujeres en la esfera pública, pues como demostraron las recientes elecciones políticas, Ecuador tiene un profundo déficit de liderazgo femenino. Y no se trata solo de una cuestión de imaginarios sociales, ni de antipatías y preferencias de las y los votantes, sino de una exclusión sistemática de la mujer de la esfera pública (pese a contar con leyes de paridad), así como de la falta de reivindicaciones a favor de las mujeres de parte de las pocas mujeres que ejercen la política, pues muchos partidos y movimientos las usan como candidatas solo para hacer “lavados de marca electoral”. La exclusión es evidente a todo nivel, incluso en los espacios académicos, baste con ver los carteles de foros y seminarios en que se invita solo a expertos hombres. Es evidente en el país la falta de comprensión sobre la paridad de género y derechos de las mujeres, a todos los niveles.

Solo resta agregar algunas líneas de reflexión sobre la desigualdad que viven las mujeres “de a pie”, pues hace un año no teníamos ni idea de que una pandemia podría llegar al Ecuador, pero lo hizo y trajo consigo una agudización de la situación de violencia y precariedad para las mujeres de todas las edades en el país. Recordemos que el confinamiento trajo consigo uno de los periodos más oscuros, pues hubo un aumento sin precedentes de la violencia doméstica, así como de los abusos sexuales a niñas y adolescentes, pero, además, se profundizaron las desigualdades en la repartición de tareas domésticas y de cuidado no remunerados, y quienes más sufren el desempleo y la pobreza causadas por la Covid-19 son precisamente las mujeres.

Seguiremos insistiendo cada 8 de marzo en denunciar las inequidades que viven las niñas y mujeres, con el conocido grito de: ¡MENOS FLORES MÁS DERECHOS!