Un debate presidencial sin ganadores

El domingo 21 de marzo se realizó el llamado “debate” entre los dos candidatos finalistas a la presidencia. El modelo elaborado por el CNE fue hecho justamente para no promover una discusión de ideas, no se realizaron réplicas y contrarréplicas y explicaciones de Arauz y Lasso de cómo iban a llevar a cabo sus ofrecimientos de campaña, que es lo que hubiera esperado la mayor parte de la ciudadanía.

La realidad fue otra, en cada uno de los cinco ejes temáticos, varias preguntas a la vez, largas y complicadas, y un tiempo demasiado corto para contestarlas y replicarlas. Videos y cuñas publicitarias del CNE, absolutamente innecesarios que no solo restaban tiempo, sino que interrumpían la continuidad de las participaciones de los candidatos. Una presentadora sin capacidad de realizar repreguntas ni exigir aclaraciones, convertida en una simple lectora de preguntas y de controladora del tiempo asignado. Un desastre de formato que impidió que se diera un verdadero debate.

Entonces los candidatos aprovecharon para dar rienda suelta a sus guiones y, varias ocasiones, no contestaron las preguntas planteadas y menos aún explicaron cómo iban a cumplir sus ofertas de campaña para que no quedaran en el mero baratillo electoral, más aún en la gravísima crisis económica actual.

Arauz insistió en el hecho de que Lasso fue banquero y es rico, lo acusó de estar relacionado con el feriado bancario de 1999 y de que ninguno de los gobiernos en los que participó terminó su mandato. Lasso le recordó a su oponente lo que significó el gobierno de su mentor (al que llamó padre político de Arauz) incluidas las violaciones de derechos humanos a varias mujeres (Lourdes Tibán, Manuela Picq y su propia esposa) y el asesinato del general Gabela durante el gobierno de Correa, además de la corrupción desenfrenada durante ese régimen. Y poco más, aparte del intercambio de acusaciones: el enunciado de promesas fáciles, pero muy difíciles de llevar a cabo sin terminar económicamente de hundir aún más al país, como entregar 1000 dólares a un millón de familias por parte de Arauz, y el de aumentar el salario mínimo a 500 dólares por parte de Lasso.

El tan esperado debate no llegó verdaderamente a serlo debido al lamentable formato, pero también porque los candidatos se dedicaron más a atacarse entre sí y a contestar lo que tenían en sus guiones. Un debate presidencial sin ganadores, solo perdedores, sobre todo los millones de electores ecuatorianos. El voto nulo cobra fuerza como medida de rechazo y de resistencia a dos opciones con las cuales mucha gente no se siente representada.