La deserción escolar, un problema para tomar serio en Ecuador

La pandemia nos ha afectado a todas las personas, es un hecho innegable, pero su intensidad y daños han sido diferentes para las niñas y los niños, pues los efectos de la Covid-19 no son tanto visibles en su salud física, sino en otras condiciones de las que las personas adultas más bien tenemos poca conciencia, incluidas las autoridades públicas.

La salud mental, el desarrollo que se da de la mano con la socialización con otras niñas y niños, el ocio creativo, entre otros, han sido poco tratados dentro de las medidas para paliar con la pandemia, pero quizás el tema que peor se ha tratado es el acceso a la educación y la remoción de barreras, aunque las autoridades del Ministerio se ufanen de hacer lo contrario.

Según Unicef, alrededor de 90.000 niñas y niños en Ecuador abandonaron la educación. Y la cifra puede aumentar. Preocupa que, las autoridades no traten el problema con soluciones estructurales, enfocadas en reducir la brecha digital con acciones como mejorar el acceso a internet de las familias, brindarles equipos informáticos suficientes y de calidad y ajustar los contenidos a una pedagogía de virtualidad; pero tampoco pongan énfasis en optimizar las condiciones que mejoren el desempeño de las y los docentes, por ejemplo, con capacitación en informática, virtualidad, manejo de crisis, pedagogía y empatía. En su defecto, las autoridades de educación están desplegando acciones como las “brigadas de rastreadores”, que además de llegar tarde, más bien son paños de agua tibia para evitar la deserción.

El testimonio de una madre que trabaja en el servicio doméstico en Quito, sobre el desorden en el manejo y registro del portafolio, la improvisación, la falta de comunicación, el autoritarismo e insensibilidad de la profesora de su hijo de primaria, es quizás la mejor imagen sobre el riesgo de deserción que afrontan las niñas y niños a lo largo del país:

“Nos pidieron entregar el portafolio, todas las actividades que ya le habíamos enviado por fotos y correos, sin explicar cómo se hace eso, y a los papás que no pudieron entregar por internet les obligaron a imprimir y llevar a la escuela en físico. Imagínese la cantidad de cosas para imprimir de un día al otro, y que muchos ya ni tienen las tareas porque se les llenó el celular. Y que si no llevaban, les amenazaban con que iban a perder el año. Y hay casos como el de mi vecina, que no tiene ni para el internet, mucho menos va a tener para entregar en físico portafolios de sus cuatro guaguas.”

Esperamos que estas palabras lleguen a los oídos de las autoridades de educación, y que les sirvan de recordatorio sobre la importancia de que la política anti deserción se construya con las familias, en especial las más pobres, y con las niñas y los niños. Que se construya, como dice un reconocido sociólogo portugués: “desde abajo y desde las ausencias”, y no desde el escritorio de personas que a lo mejor ni saben que existen escuelas improvisadas en patios y descampados en el país.