Las escuelas improvisadas de Guayaquil: una buena pista para resolver el problema de la deserción escolar

La deserción escolar en el país es un problema preocupante, sobre el que desconocemos las medidas estructurales que implementará el nuevo gobierno, más aún teniendo en cuenta que todavía nos falta recorrido para superar la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2. 

Analizamos este problema desde una iniciativa que surgió de personas voluntarias, que improvisaron aulas en patios y descampados, y que está demostrando ser muy efectiva para combatir la deserción escolar, aunque quede claro que esta iniciativa no suple ni reemplaza las obligaciones y responsabilidades propias del Estado.

Una investigación del diario El País de España en algunas zonas pobres de Guayaquil, encontró que algunas personas voluntarias, entre ellas una bachiller recién graduada de 17 años, combaten mejor la deserción de niñas y niños en sus comunidades y barrios de lo que lo haría la burocracia ecuatoriana.

¿Cómo lo lograron? Estas personas, principalmente mujeres jóvenes, en vista de que sus familiares no podían cumplir con los deberes del portafolio escolar, decidieron por su cuenta organizar espacios físicos en sus casas o barrios para darles algunas clases y apoyo tutorial, y en vista de que esto dio resultado, se fueron sumando vecinitas y vecinitos que “no entendían el deber” y que ahora también reciben apoyo de estas profes voluntarias. 

Estas escuelas improvisadas se caracterizan por algo que parece haber olvidado el sistema formal de educación: entusiasmo, empatía y servicio. El invaluable apoyo de las espontaneas profesoras voluntarias, ha permitido que las niñas y los niños puedan desarrollar y cumplir con las actividades del “portafolio” escolar pese a la falta de conectividad, para con ello aprobar el año. Esta simple, pero fundamental acción, evitó que se sumaran a la lamentable estadística que indica que 90.000 mil niñas y niños en el país abandonaron el sistema escolar. 

Esta buena práctica bien puede darnos una pista de cómo se podría enfrentar el gravísimo y creciente problema de la deserción escolar con soluciones locales, pero, además, también de la importancia de revalorizar el aporte de las labores de cuidado en el desarrollo del país, pues estas personas voluntarias no han cobrado un solo dólar por su labor, y aún así, han aportado una invaluable suma al desarrollo futuro del país. Ojalá el Estado pueda emular estas grandes iniciativas y asumir las obligaciones que le corresponde de una mejor manera en materia educativa.