Por: Sonia Rodríguez Jaramillo
En nuestro país se despenalizó el aborto por violación después de muchos años de lucha del movimiento feminista, de mujeres y muchos actores que se sumaron. Es un paso fundamental para la vida digna, la salud física y emocional de niñas, adolescentes, mujeres que sufren la tortura de la violación.
Aún tenemos la ardua tarea de des idealizar la maternidad, porque especialmente las niñas y las adolescentes que tienen menos información, recursos simbólicos, económicos, familiares y no logran comprender que de una violación puede resultar un embarazo, cuando lo descubren no tiene opción de analizar su vida, de tomar decisiones sobre su futuro por la presión familiar, del personal de salud, educativo, comunitario, de la sociedad en general que reproduce la idea que la maternidad es el destino, obligación de las mujeres sin importar las circunstancias.
Un embarazo por violación es un delito, es un horror en el cuerpo, en la vida de las mujeres que lo sufren. Tienen derecho a recibir atención especializada, médica, psicológica, educativa, social; y eso incluye información sobre los riesgos en su salud, en su vida, su derecho a seguir estudiando y poder decidir sobre la interrupción en condiciones seguras.
La maternidad debe ser deseada, en condiciones seguras, saludables y amorosas.