Existen varios estudios que presentan la correlación entre el gasto público de inversión y el retorno a futuro en el PIB de una economía; así, por ejemplo, la Conference Board de Canadá encontró que, por cada dólar invertido en programas de educación de primera infancia, la economía recibe un beneficio de 6, pues estos además les permiten a los padres trabajar y así mejorar los ingresos del hogar.
Usando datos del Banco Mundial el profesor Fabrizio Carmignani encontró que por cada dólar que los gobiernos invierten en educación, el Producto Interno Bruto crece en promedio 20 dólares, muy similar a los 15 que indicaba en 2012 la Unesco. Pero se trata de una inversión que además repercute en mejoras impensadas: a mayor escolarización, mayor expectativa de vida y menores tasas de mortalidad materna e infantil.
Pero, si además nos adentramos en los efectos de la inversión en la educación superior, encontraremos que los beneficios se deben calcular también en términos de tiempo y desempeño de la fuerza productiva, tal como explicaba Carlos Javier Regazzoni. Esto teniendo en cuenta que cada año una generación de personas alcanza los 25 años, edad promedio en que completará su formación y muy probablemente deje de estudiar. Si se tiene en cuenta que esta generación estará en el mercado de trabajo por 40 o 45 años, se puede llegar a la conclusión de que su mayor o menor escolarización influirá directamente en el tipo de empleos o actividades productivas que podrá desarrollar, en consecuencia, determinará los mayores o menores ingresos que obtendrá, así como los tiempos de desempleo o inactividad.
No se debe olvidar que la pobreza también se hereda y que el 80% de los niños pobres de hoy lo será de adulto, así como que la educación es el mayor factor determinante de la movilidad social.
Para cerrar con los datos estadísticos, se debe mencionar que mientras Ecuador invierte desde 2015 alrededor del 2,12% de su PIB, los países europeos destinan aproximadamente un 5%. Pero para no irnos más lejos, veamos a los vecinos: Colombia invirtió 4,51% en 2019 y Perú 4,25% en 2020.
Pero además de no recortar se trata de invertir bien, y mucho deja que desear que se siga invirtiendo los escasos recursos económicos disponibles en universidades que más bien son elefantes blancos; mientras a universidades públicas que cuentan con alrededor de 50.000 estudiantes de pregrado, como la Universidad Central, o 4000 de posgrado, caso de la Universidad Andina Simón Bolívar, se les recorta el presupuesto, a otras que tan solo tienen aproximadamente de 700 a 1400, que están intervenidas, y en el ojo de las instituciones de control, se le siguen asignando fondos públicos sin mayores cuestionamientos.
Un simple y lógico análisis de costo-beneficio nos permite entonces concluir que el “ahorro” que hoy realiza el gobierno en presupuesto de educación representa un déficit social futuro muy preocupante. “Pan para hoy, hambre para mañana” dicen por ahí.