Por: Sonia Rodriguez Jaramillo, CEPAM Guayaquil
Es doloroso, además de terrorífico, ver todos los días en las noticias nuevos asesinatos cometidos por sicarios; adolescentes, jóvenes hombres mayoritariamente, pero también alguna adolescente aparece en el grupo delictivo. ¿Qué sociedad hemos construido que tenemos sicarios adolescentes?
Debemos preguntarnos ¿dónde crecieron? ¿qué aprendieron? ¿qué paso con los adultos que no los amaron, cobijaron y cuidaron, para que ahora intercambien por un poco de dinero la vida de otro? No hay ley, autoridad que respetar, no hay valor por la vida propia, ni la de nadie. ¿Qué ciudad no les brindó servicios de salud, educación, recreación, música, arte, lecturas? Este es un cuestionamiento sobre las practicas anti humanas, como la violencia en todas sus formas. ¿Qué sociedad formó en estas prácticas a ellos/as y a las generaciones, familias, comunidad que les precedieron?
Muchos de nuestros niños, niñas y adolescentes crecen en ambientes precarios, de extrema pobreza material; pero también pobreza simbólica, afectiva, que no transmite cobijo, solidaridad, generosidad, creatividad, convivencia.
Además de horrorizarnos, debemos actuar urgentemente, demandar, exigir a las autoridades que creen condiciones para el desarrollo humano y cada uno debemos poner un granito de arena donde estemos para que cobijemos a niños, niñas y hagamos un mundo diferente. Otro mundo es posible ¡es nuestro derecho!