El desastre de Zaruma era algo previsible y prevenible, claro está para ello se requería de verdadera voluntad política de las autoridades tanto nacionales como locales y además de conciencia ciudadana. No ha existido ni lo uno ni lo otro. Zaruma ha sido una zona minera (legal e ilegal) desde épocas de la colonia, todo esto se ha intensificado desde la segunda mitad del Siglo XX.
Zaruma es patrimonio cultural del Ecuador desde 1990, sin embargo, aquello no ha significado una mayor protección, de la ciudad, desde esa fecha al menos han sucedido cuatro socavones de intensidad y gravedad (2016, 2017, 2019 y el último en este mes de diciembre), la minería legal e ilegal es la causante.
La culpa de que el caso urbano de la ciudad se hunda poco a poco con el consecuente peligro para quienes la habitan, quienes han tenido que ser evacuados ante un problema permanente que no hace más que agravarse, ante soluciones tibias como hacer pequeñas zonas de exclusión de actividad minera, las cuales se han incrementado paulatinamente; sumado a una ciudadanía que ante la búsqueda de recursos económicos han puesto en peligro sus vidas y viviendas, utilizando todo tipo de mecanismos, entre ellos el uso de la dinamita en cualquier zona.
Tal parecería que el membrete de minería responsable es un oxímoron, una contradicción, un contrasentido. El membrete que viene a la cabeza y que es completamente aplicable es el de “maldición de la abundancia”. Nos han vendido la idea de riqueza, progreso y prosperidad, pero la explotación de la naturaleza en realidad ha provocado un número imposible de calcular de tragedias humanas y tragedias ambientales, siendo Zaruma apenas la última de estas tragedias.
Veamos si aprendemos algo de esto, o si simplemente, como ocurre usualmente, será la tragedia del momento hasta que asome la siguiente. Nuestra memoria y planificación es de corto plazo y cortas vistas, a diferencia de la ambición humana que como hemos experimentado con Zaruma, no tiene límites.