Una tragedia previsible y evitable

Un enorme aluvión ocurrió el 31 de enero en la zona de La Comuna y de La
Gasca en el noroccidente de Quito, provocando hasta el momento el trágico
balance de 25 fallecidos, 12 desaparecidos y 48 heridos, a más de múltiples
daños materiales en casas, vehículos, enseres, quedando en muchos casos
destruidos e inservibles. Debido a las fuertes lluvias, un aluvión de lodo, palos,
piedras y escombros se formó en la quebrada El Tejado del Pichincha, siguió
por el túnel bajo la Occidental y barrió con todo lo que tenía a su paso. Es la
mayor tragedia registrada en Quito por un fenómeno natural en el siglo actual.
Según el alcalde Santiago Guarderas y personeros del Municipio de Quito, la
causa fueron las intensísimas e imprevistas lluvias caídas en Quito desde el día
anterior al aluvión, en una cantidad varias veces mayor a la normal, y negaron
rotundamente que tuviera alguna relación con el cenizario y cementerio de
Urkupamba, que se construye cerca de la quebrada El Tejado.
Este criterio es opuesto al de los moradores de la zona, quienes se oponen a
esta construcción, aduciendo que implicaría la destrucción del bosque
protector, que ayuda a frenar el agua y a reducir el riesgo de aluviones, como lo
avalan técnicos en la materia.
La actual administración del Municipio ha priorizado el interés de un negocio
privado al interés y seguridad ciudadana, es decir, al derecho a la vida de las
personas. También lo han hecho las anteriores alcaldías, concediendo
permisos para construcción de urbanizaciones y edificios de lujo a costa del
bosque protector. A esto se suman las construcciones informales sin control,
parte de la irrefrenable expansión de la ciudad. Otra consecuencia de la
vorágine constructiva ha sido la eliminación de quebradas, las que son el cauce
natural de las aguas cuando llueve.
Aunque desde la alcaldía de Paco Moncayo, hace más de una década, existe
un de Plan para las laderas del Pichincha, en el que se construyeron colectores
en las quebradas, su capacidad fue completamente superada en el último
aluvión. Las sucesivas administraciones no se han preocupado de mejorar su
capacidad, corregir su diseño, ni de realizar un mantenimiento oportuno.
Tampoco existe un sistema de alerta temprana para informar y prevenir a la
ciudad en caso de que el nivel de lluvias o de los colectores sea excesivo.
Menos aún el uso de tecnología para el monitoreo permanente y en tiempo real
de las quebradas. Sin embargo, los ciudadanos pagamos una tasa para estos
fines.
La tragedia del aluvión de La Gasca, con su pérdida de vidas humanas y el
dolor incuantificable que produce, es consecuencia de la negligencia,
imprevisión e indolencia de las autoridades municipales de la actual alcaldía de
Quito y también de las anteriores. Hace no mucho ya hubo un aluvión en el
Pinar Alto y no se tomaron medidas para prevenir ese tipo de desastres en el
futuro. Es indispensable que el Municipio ponga en práctica programas de

prevención y monitoreo, que no se siga destruyendo el bosque protector y que
se impida construir ahí, así como evitar el taponamiento de las quebradas.
De no tomarse estas medidas, que no nos sorprenda un próximo aluvión, con
su estela de muerte y dolor. Y, como de costumbre, los más pobres serán los
que paguen las negligencias.