El filósofo surcoreano Byung-Chul Han afirma que: “Ahora uno se explota a sí
mismo y cree que está realizándose.” Esta escalofriante verdad debe ser tomada con más
seriedad por todos, pues las crisis de los últimos años (económica, moral, ecológica,
sanitaria) han confluido de forma perversa y acentuado los males que aquejan al mundo
del trabajo remunerado.
Así, por ejemplo, los mecanismos de sobreexplotación de la fuerza laboral se
han refinado hasta el punto de que no hace falta la coerción externa. Cada trabajador es
su propio verdugo personal y la pandemia agudizó el problema. Las jornadas laborales
se han extendido a horas y espacios antes impensables, pasamos más horas de las
aconsejables frente a los computadores, dormimos peor, la cantidad y calidad del
descanso se han reducido drásticamente. En fin, las telecomunicaciones que antes
acortaban distancias ahora solo alargan jornadas de trabajo. Y a esto, hay que sumarle el
temor constante a perder el trabajo por no poder estar a la altura de las insanas prácticas
laborales que hemos normalizado.
El problema se agravará con el paso del tiempo, pues además de naturalizar estas
condiciones, los gobiernos no están tomando medidas para prevenir y remediar las
afectaciones que los trabajadores sufren. Al contrario, so pretexto de las crisis
económicas se recortan cada vez más puestos de trabajo. No se cuenta con políticas
consistentes, ni se han actualizado las medidas de control de las condiciones laborales
para el trabajo remoto, ni para el teletrabajo. Y encima de todo, no se terminan de
aterrizar en la realidad las normas de prevención y tratamiento de enfermedades
relacionadas con el trabajo, como el síndrome del burnout o del quemado.
Muchas personas se sienten menos satisfechas con lo que hacen, y esto se
explica en gran parte por las secuelas psicológicas de esta enfermedad. La Organización
Mundial de la Salud la incluyó este año 2022, en la 11ª revisión de la Clasificación
Internacional de Enfermedades. El síndrome de desgaste ocupacional es definido por la
OMS así: “Es un síndrome conceptualizado como resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito. Se caracteriza por tres dimensiones:
1) sentimientos de falta de energía o agotamiento; 2) aumento de la distancia mental con
respecto al trabajo, o sentimientos negativos o cínicos con respecto al trabajo; y 3) una
sensación de ineficacia y falta de realización. El síndrome de desgaste ocupacional se
refiere específicamente a los fenómenos en el contexto laboral y no debe aplicarse para
describir experiencias en otras áreas de la vida.”
Como se observa, no se trata de una mera percepción personal de algunos, sino
de una enfermedad que de no prevenirse y/o tratarse a tiempo, puede afectar de forma
severa y hasta permanente la salud mental y psíquica de las personas. Se debe prestar
mayor atención a este problema, a todo nivel. Tanto desde las políticas públicas,
competencia de los Ministerios de Salud y de Trabajo, como desde las dependencias de
talento humano de los diversos lugares de trabajo.