Desde la Asamblea Nacional se han señalado algunas propuestas legislativas para
combatir el crimen y solucionar el problema carcelario, las cuales no pueden ser sino
definidas como locuras, algunas de estas propuestas de creación y reformas a normas
son:
- Crear nuevos delitos y subir nuevamente las penas, especialmente en los delitos
relacionados con drogas; - Que los menores de edad sean tratados y condenados con la ley penal de los
adultos; - Privatizar las cárceles y extraditar ecuatorianas y ecuatorianos;
- Legalizar el libre porte de armas en la población; y,
- Implementar la pena de muerte o la cadena perpetua.
Ante esto, es necesario contrastar nuestra realidad, en la última década sumamos más de
25.000 personas privadas de la libertad teníamos más o menos de 10.000 actualmente
tenemos casi 36.000, nuestro crecimiento carcelario es solo superado por El Salvador.
En los últimos 10 años pasamos de tener penas máximas de 25 años a una pena máxima
de 40 años, tenemos una de las penas más altas del continente; hoy en día
aproximadamente el 60% de personas están condenadas por delitos relacionados con
drogas o afectación al derecho a la propiedad, en esto nos parecemos a la mayoría de
países.
Entre los años 2021 y 2022 han muerto en nuestras cárceles más de 400 personas, una
cifra que no guarda comparación con ningún país en la región o el mundo, hemos
superado los peores escenarios de cualquier país; al 2022 la posibilidad de ser asesinado
en un cárcel es un 80% mayor que si una persona estuviese en libertad, es algo que
debería darnos una profunda vergüenza y suprema preocupación.
Con frecuencia quienes observan estas estadísticas dicen que los privados de la libertad
se lo tienen merecido, que algo hicieron para estar en esos lugares y ser tratados de esa
manera, que mejor que sean violentos y se vayan poco a poco matando entre ellos, miran a estas personas como seres desechables y esos lugares como basureros de humanos.
Lo penoso de este razonamiento más allá de señalar que dichas personas parecerían no
tener un mínimo de humanidad, empatía o piedad, es que en realidad no entienden que
todas y todos podemos caer en una cárcel y por mucho tiempo, cada vez aumentamos
delitos y penas y nuestro sistema de justicia, cada vez damos cárcel por hechos más
cotidianos, a esto se le suma que uno puede caer en una cárcel incluso siendo inocente.
Otro elemento a tomar en cuenta es que el asumir que las cárceles ecuatorianas deben
ser lugares de muerte y violencia es que estamos reconociendo el fracaso absoluto del
Estado ecuatoriano, los privados de la libertad se encuentran bajo la tutela del Estado
que constitucionalmente les debe protección. Otro punto a tomar en cuenta es que la
violencia carcelaria no se queda en las cárceles, escapa de ellas, inunda las calles y los
hogares, las cárceles se vuelven en ecosistemas desde los cuales el delito se proyecta al
resto del país.
Nuestros asambleístas nos deben respeto, los elegimos, son nuestros representantes y
pagamos sus sueldos, simplemente ellos no pueden y no deben apelar a dar soluciones
tan torpes, irresponsables, facilistas y probadamente erradas como las que han
propuesto. Una recomendación a ellas y ellos, pidan asesoría técnica, miren otros países,
la gran mayoría de cosas ya se han dicho y aplicado.