Este año se publicó el informe Latinobarómetro que pregunta en varios países de América Latina
sobre la salud de la democracia. Los hallazgos dejan información para un análisis profundo de lo que está sucediendo en Ecuador.
En primer lugar, planeta que la democracia en el mundo y la región ha pasado por diferentes
momentos u olas donde las sociedades o van adoptando la democracia como sistema político o se
alejan de ella dando espacio a las dictaduras, por ejemplo.
Luego del 2008 identifican, en este informe, que la América Latina está en una recesión democrática por la presencia de electo-dictaduras, deficiencias profundas en los sistemas democráticos y el mantenimiento de injusticias, inequidades y pobreza. Esta recesión democrática se diferencia de la vivida en la región en los setentas porque no está liderada por militares sino civiles, éstas élites políticas han intervenido y usado los propios sistemas electorales e instrumentando la corrupción para llegar y mantenerse en el poder. También, ahora mismo, hay un debilitamiento de las instituciones de los estados y consecuentemente una crisis de gobernabilidad.
De acuerdo a las cifras que registra el reporte de Latinobarómetro, Ecuador es el segundo país más insatisfecho con la democracia en la región, llegando a un 87% de insatisfacción. Este escenario se presta idóneo para la proliferación de propuestas populistas, liderazgos mesiánicos y altisonantes o incluso discursos que proponen una actoría política de fuerzas militares y represivas para intervenir en las crisis.
Pero esta recesión de la democracia también está ocasionada por otros factores como los efectos de la pandemia de COVID 19 en varios niveles, así como las sucesivas crisis económicas, desempleo, polarización social que han impactado directamente en los derechos humanos y en el tejido social. Pero, como si este panorama no fuera de por sí preocupante Ecuador, como otros países de la región, enfrentan una presencia cada vez más fuerte de grupos delincuenciales que no solamente actúan en relación a la producción y distribución de ilícitos, sino que por los niveles de capital que mueven necesitan de las estructuras políticas y estatales para garantizar sus negocios. Las formas de relacionarse con la sociedad, el estado y la estructura política pasan por la corrupción o la violencia y en los dos casos, los débiles o conflictivos ejercicios de gobierno sucumben ante las reglas del juego de la delincuencia transnacional.
Mauricio García Villegas dice en una entrevista con Open Democracy sobre las emociones tristes de América Latina: “cuando se fueron los españoles no se llevaron sus armas y sus ejércitos, también se llevaron la legitimidad del poder político. Uno de nuestros grandes dramas ha sido cómo restablecer ese sentimiento de apoyo al poder, cómo difundir la idea de que el poder es legítimo y por lo tanto debe ser respetado y obedecido… Todo supone crear emociones colectivas favorables a la legitimidad.”