Este editorial empieza con los mejores deseos de año nuevo para ustedes y sus familias. Y dicho esto, debemos continuar con una obligada reflexión sobre la pirotecnia, producto de las recientes fiestas de fin de año.
En las grandes ciudades de Ecuador el panorama del primero de enero fue prácticamente el mismo: el cielo nublado. Pero no debido a las lluvias, sino al humo de los años viejos quemados y los fuegos artificiales. Si se observan imágenes de la noche vieja, por ejemplo, en algunos barrios de Guayaquil, parecía más bien una zona de guerra. Inmensas llamaradas en las calles y explosiones por doquier.
Y más allá de justificarnos en que es la costumbre o que es una cuestión cultural difícil de eliminar, y acabar allí la discusión, nos tendríamos que cuestionar por cosas más profundas. Cosas que también nos saquen del ego y placer de corto plazo por usar pirotecnia.
Por ejemplo ¿cómo será en lo sucesivo la vida de Jesús, de 11 años, quien perdió su manita derecha el pasado 28 de diciembre? ¿De qué seguirían viviendo las y los comerciantes de Chone y Babahoyo si se hubieran extendido los incendios provocados por puestos de comercio de pirotecnia ilegal? ¿Quién va a responder por los daños a las 6 viviendas del noroeste de Guayaquil por la explosión del 25 de diciembre de una fábrica clandestina de camaretas? ¿Quién responderá por la afectación irreparable a las especies protegidas de la Isla Santa Cruz, lugar en que la pirotecnia se encuentra expresamente prohibida pero que fue utilizada a vista y paciencia de sus autoridades? ¿Se justifica el sufrimiento de las personas con autismo por nuestra vana diversión de un rato? O peor aún ¿quién responderá por la muerte de un niño en Guayaquil por la explosión de un viejo lleno de pirotécnia?
Pero más allá de los graves detrimentos a la salud humana, del daño a bienes, incluidos los de espacios públicos, recordemos también que las afectaciones llegan al mundo animal. En especial, las explosiones de pólvora pueden matar a las aves. Y esto, en el tercer país con mayor diversidad de aves en el mundo debería ser tomado con mayor seriedad. Recordemos también que la pirotecnia afecta a perros y gatos domésticos.
Aún nos falta mucho camino por recorrer en Ecuador en la regulación y prohibición de estos artefactos. Más aún cuando contando con algo de regulación en algunas ordenanzas municipales no hay quien las haga cumplir. Pero, además, de nada servirán las mejores leyes sin una ciudadanía sensata, empática y que respete las normas.