Sonia Rodríguez Jaramillo, CEPAM Guayaquil
Las noticias que circulan en Guayaquil, Duran, Esmeraldas y otras ciudades, son gravísimas. Extorsiones, amenazas, secuestros, muerte, a lo cual no debemos acostumbrarnos. Las mafias que tienen tomado al país son de narcotráfico, explotación, pornografía, lavado de dólares, esclavitud de personas – especialmente mujeres, niños y adolescentes- infiltradas en las alta esferas del poder económico, político, militar y judicial. Tienen “su ejército” mayoritariamente conformado por hombres jóvenes y adolescentes, que vienen de entornos de pobreza, económica, simbólica y ética, insertos en el mundo del consumo de drogas.
Estas mafias tienen “escuelas”, procesos de “deformación”, “deshumanización”, enseñan a matar por dinero, robar, extorsionar, violar mujeres, intimidar a comerciantes, maestros, personal de salud, pequeños y grandes negocios, frente al abandono de un Estado que garantice derechos y oportunidades. Imperan las leyes y “beneficios” de hacerse sicario, dinero fácil, poder, armas, autos, motos, violar mujeres, son las formas más indignas del poder patriarcal, avalado por una economía depredadora e inhumana.
Confiamos y debemos exigir que la fiscal general, algunas autoridades, la actual ministra de gobierno, hagan sus mejores esfuerzos; pero como ecuatorianos y ecuatorianas debemos apoyar, enfrentar y a la vez cuidar y cuidarnos para no perder la sensibilidad y la esperanza. Aun no se ha pensado ni diseñado una propuesta de acompañamiento, apoyo de salud mental a las víctimas de la extorsión, de vivir en una unidad educativa, en un barrio donde las mafias tienen el poder y el control, donde huele a droga y a terror.
No debemos permitir que nuestro país, nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes crezcan en estos ambientes sin censurarlos, enfrentarlos y desenmascararlos. Otro mundo es posible, hagámoslo, aunemos esfuerzos preparándonos acompañándonos comunitariamente.