Por: Cristian Roberto Borja Calahorrano
Cada 24 de marzo, y desde que Naciones Unidas lo proclamó en 2010, celebramos el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas. El motivo de la elección del 24 de marzo es rendir homenaje a la memoria de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980, quien denunció activamente las violaciones a los derechos humanos de las personas más vulnerables de El Salvador.
El derecho a la verdad se invoca a menudo en el contexto de las violaciones manifiestas de los derechos humanos y las infracciones graves del derecho humanitario. Las víctimas y los parientes de víctimas de ejecuciones sumarias, desapariciones forzadas, desapariciones, secuestro de menores o torturas exigen saber qué sucedió. El derecho a la verdad entraña tener un conocimiento pleno y completo de los actos que se produjeron, las personas que participaron en ellos y las circunstancias específicas, en particular de las violaciones perpetradas y su motivación.
Son también reiteradas las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el sentido de que cada pueblo tiene derecho inalienable a conocer la verdad acerca de los acontecimientos sucedidos, las circunstancias y los motivos que llevaron, mediante la violación masiva y sistemática de los derechos humanos y la perpetración de crímenes aberrantes, para evitar que en el futuro se repitan tales actos. En los casos de desapariciones, los familiares tienen derecho a conocer con certeza la suerte corrida por el desaparecido. Los estados son responsables de reparación, justicia, y, verdad, frente a las víctimas y sus familiares de un hecho violatorio de derechos humanos.