El Ecuador actualmente está viviendo continuas y diversas crisis que requieren toda la atención de todas las funciones del Estado, sobre todo se requiere inmediata acción en materia de política pública, labor que le corresponde principalmente al presidente de la República y su gabinete de ministros.
Las crisis a las que hacemos referencia son, primero que todo, la crisis económica que aquejamos desde hace ya varios años y que ha implicado que el Estado no invierta en las necesidades y derechos de sus ciudadanos; además una crisis prolongada y gravísima intensificada en los últimos años en materia de seguridad por la presencia de múltiples grupos de crimen organizado; y también una crisis moral e institucional provocada por una corrupción que se ha enquistado en todo el Estado y en los más altos niveles.
A todo lo anterior se suma una crisis en materia de empleo con tasas altísimas de desempleo y subempleo lo cual lo venimos arrastrando incluso antes de la pandemia mundial; también una profunda crisis en materia educativa con tasas nunca antes vistas de deserción escolar y analfabetismo; y, también una crisis en salud por el debilitamiento de la salud pública tanto en infraestructura, servicios y personal médico especializado. Finalmente, hay que mencionar que estamos además cursando una crisis energética por el profundo y prolongado descuido que ha sufrido nuestra red e infraestructura eléctrica, lo cual ha provocado que las y los ecuatorianos suframos prolongados apagones con daños sociales y económicos escandalosos.
En este contexto el presidente de la Republica Daniel Noboa decidió que la mejor manera de afrontar estas crisis es realizando un nuevo viaje a Europa, en esta ocasión de once días, y como es usual en nuestros gobernantes, con obligatoria parada de visita familiar para visitar al Papa Francisco.
Ante lo relatado es imposible no señalar la falta de sentido de común y prioridades del actual gobierno, algo que lamentablemente se está volviendo en una costumbre por parte de nuestros primeros mandatarios. Nadie niega que los encuentros con el Papa Francisco sean importantes, esto tratándose del líder espiritual de la religión más profesada en nuestro país. Sin embargo, cabe recordar que.
- Somos un país laico, así lo señala el artículo 1 de nuestra Constitución, la laicidad implica que el Estado no toma partido o respalda religión alguna. Esto significa que los servidores públicos, entre ellos el presidente deberán de dejar a aun lado sus creencias personales para servir a los intereses del Estado.
- En un momento de múltiples crisis como las reseñadas no sería más importante afrontar personal y presencialmente lo que está ocurriendo en el país.
- En momentos de escasez de dinero realmente se justifica que el presidente y su comitiva, usen el avión presidencial, disfruten de viáticos y gasten dinero en visitas que no generan ningún beneficio palpable (más allá de las fotos de rigor ataviados de trajes costosísimos)
Este viaje más bien parecen ser unas vacaciones pagadas para el presidente y su círculo, todo mientras pasa la tempestad de la destrucción del Manglar de Olón, un área protegida, reconocida como sujeto de derechos, con prohibición expresa de ser destruida y que pretender ser arrasada por un ambicioso proyecto inmobiliario en el cual todo indica que existiría tráfico de influencias, conflicto de intereses y beneficios particulares del primer mandatario, su familia y colaboradores.