LOS MEJORES PERFILES

Parte de saber gobernar es saber elegir los mejores perfiles de los cuales rodearse, buenos ciudadanos de moral intachable y de integridad probada, profesionales reconocidos que cumplan todos los requisitos, especialistas en el campo de su conocimiento. Personas que sean solventes en lo cotidiano pero sobre todo en tiempos de crisis.

En términos futbolísticos lo que se busca es tener un buen técnico para plantear la estrategia adecuada para todos los partidos y ajustándose al rival ante el cual nos enfrentamos. Ese técnico debe saber integrar su seleccionado con los mejores jugadores en cada posición, solo así tendrá el mejor equipo

Lamentablemente esto no ocurre en el Ecuador y no ocurre desde hace muchos años, sea que hablemos del presidente y sus ministros, sea que hablemos de los asambleístas y sus asesores, o de cualquier función del Estado y sus equipos de trabajo.

Parecería que en nuestro país como en muchos otros lo que prima son otros factores al momento de escoger los altos cargos es escoger al amigo, al familiar o al vecino; escoger a quien le debemos un favor o a quien aportó cuantiosamente con dinero en la campaña electoral, no importa en absoluto sino cumple el perfil para las importantes funciones que realizará.

No buscamos la mejor persona para el cargo, la más capacitada, buscamos gente que ocupe un asiento y que a la hora de tomar decisiones grandes o chicas haga ciegamente lo que se le pide, inclusive si aquello es ilegal, inmoral o simplemente inconveniente y antitécnico

Todo lo anterior para dejar muy en claro que una gran parte de los problemas que tenemos en el Ecuador es que los puestos jerárquicamente superiores no son ocupados por los mejores.

A lo anterior le podemos sumar además que, en el Ecuador en la mayoría de las instituciones, salvando algunas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, no existe carrera administrativa, la gente no es escogida en concursos públicos de mérito y oposición como manda la Constitución.

Tampoco la gente que ya se encuentra en una institución pública se queda en ella, no existe estabilidad. la gente que llega con una autoridad se va cuando llega la siguiente, intentando refundar el país por centésima ocasión. El servidor público común sobrevive de contratos ocasionales, no le importa mucho su función pues en cualquier momento independientemente de su desempeño se irá de la institución.

Otro problema, los ascensos casi no existen y cuando ocurren, que es casi nunca, prima el amiguismo y los favoritismos, nuevamente se quedan y permanecen quienes no se lo merecen, los mediocres, los sumisos, los que tienen buenos contactos.

Finalmente, no existe identidad en el servicio público, la gente no sabe o no entiende que la denominación “servidor público” precisamente implica eso, servir a las personas, responder al interés general antes que al particular.

Los gobernantes y los servidores públicos deben llegar a entender que su fracaso es nuestro fracaso, y sus triunfos son nuestros triunfos.