Con frecuencia desde los medios de comunicación se presenta al cuidado de los derechos de la naturaleza y el respeto al derecho al medio ambiente como una actividad inútil que detiene el progreso económico del país, incluso un presidente de la república llamaba a los defensores de estos derechos como “ecologistas infantiles”.
También suele presentarse al cuidado de los ríos, los bosques y los ecosistemas como algo que sí es necesario, pero para el futuro, que para el presente es algo secundario y que puede ser pospuesto hasta el momento en que en realidad sea indispensable. Ciertos hacedores de opinión presentan a los ecologistas como hippies exagerados, justo esto ocurrió cuando el actual presidente desconoció los resultados de la consulta popular que impedía la explotación petrolera, minera y maderera en el parque Yasuní.
Incluso ciertos individuos que trabajan para los grandes conglomerados empresariales suelen tomar la postura extrema de negar el cambio climático y los severos daños ambientales que le estamos causando al planeta. Desde una postura negacionista plantean que la ecología no es más que un conjunto de patrañas que nos vuelven menos competitivos, un lujo que el país no puede darse. Justamente varios políticos ridiculizaban la inclusión de los derechos de la naturaleza en nuestra Constitución vigente.
En la política pública pasa un poco más de lo mismo, nuestros políticos y autoridades públicas hablan de que es necesario combatir los daños a la naturaleza, pero en la justa medida para seguir produciendo, que no se pueden llegar a extremismos. Otros en cambio señalan que es indispensable garantizar el medio ambiente sano para las generaciones futuras, desconociendo los problemas actuales y pateando el balón siempre un poco más adelante.
Pero pese a todo lo que se suele escuchar en los medios, pese a las posturas de las empresas, de nuestras autoridades y políticos, la realidad de las últimas semanas nos ha demostrado con dureza todo lo contrario, los incendios que han desolado el país como nunca antes y la sequía más severa en varias décadas nos demuestran que el camino al progreso no puede ignorar a la naturaleza y que el cuidado al medio ambiente sano no es algo que se pueda dejar para más tarde, a riesgo de una repercusión inmediata, a mediano y largo plazo.
En la naturaleza todo se encuentra conectado y todos los seres vivos importan, cuando depredamos los bosques, los paramos y nuestras zonas verdes creamos la formula perfecta para que no se genere lluvia, cuando no existe lluvia el suelo se desertifica y los incendios se producen y todas las especies humanas y animales lo sufrimos.
Como seres humanos debemos caer en cuenta que somos naturaleza, una especie más y que no estamos por encima de las otras especies y sobre todo que nuestras acciones tienen consecuencias, la más severa nuestra propia extinción y la de las demás especies. Con cada paso que damos en esta sociedad moderna nos acercamos un poco más al infierno en la tierra, pero podemos cambiar, eaunque se nos agota el tiempo.