OPINIÓN

El nuevo lenvantamiento indígena

Por: Ileana Almeida

El papa Francisco sabía lo que decía: “El pueblo se levanta por su dignidad”. La necesidad de justicia, que siempre han expresado los indígenas frente a los abusos de los poderes que les han oprimido, toma una vez más la forma de reacción conjunta ante un gobierno adverso a sus intereses y a los de otros sectores populares.

Los levantamientos indígenas que se han sucedido a lo largo de la historia se gestaron en las comunidades del campo y luego se extendieron a las organizaciones nacionales cuyas sedes están en las ciudades.
Ahora hay algo nuevo: los indígenas se organizan de manera más compleja; sin dejar de lado su pertenencia comunal y su conciencia nacional, están dispuestos a converger con las organizaciones citadinas, con los sindicatos obreros, que enfrentan al gobierno con postulados de lucha social y económica, y con las organizaciones ecologistas que se oponen y denuncian la necrosis ambiental causadas por las empresas mineras.

Cuando el presidente Correa comenzó su mandato hubo algunos pedidos para que se sensibilizara frente a las formaciones tradicionales indígenas que nunca el Estado había tomado en cuenta, pero se mostró indiferente y su visión totalizadora y egocéntrica le impidió percibir lo que histórica y culturalmente representan aquellas.

Algunas personalidades de prestigio internacional, que han luchado durante años por los derechos conculcados a los pueblos indígenas, como el sociólogo peruano Aníbal Quijano, intercedieron para que se protegiera los rasgos étnicos, históricos, territoriales, nacionales, y para que el Estado no dictara leyes que empeoraran la situación. Otros apoyaron políticas a favor de los indígenas, que habrían resultado de vanguardia porque partían de premisas que garantizaban que prevalecieran la justicia, la ciencia y los cambios revolucionarios auténticos.

Pero el mandatario se mantuvo en su proyecto: la cuestión Indígena no existe y todo se reduce al enfrentamiento de pobres ricos. Semejante posición devino en un error fatal.

Algunos funcionarios, que habían hecho su modo de vida en las ONG´s dedicadas al desarrollo comunitario, que habían trabajado por los derechos comunales y la autodeterminación de los pueblos, ya en el gobierno de la “revolución ciudadana” perdieron su sensibilidad y se adaptaron a la política oficial. Sin embargo, para entonces las nacionalidades, herederas de las comunidades ancestrales, ya eran parte sustantiva de la política nacional.

Un gobierno de veras democrático y de avanzada no puede ignorar las relaciones y convenciones de las culturas tradicionales que existen en el Ecuador. Debió más bien fortalecerlas y hacerlas parte de su proyecto de país. Es lamentable, pero eso no ocurrió.

Por el contrario, la política oficial tiene en su mira a las nacionalidades indígenas. La Ley de Aguas desechó la propuesta de un consejo plurinacional para manejar el agua, con lo que se hizo aparecer a este planteamiento como obsoleto, a pesar de tratarse de una práctica sabia y útil para una sociedad agraria como es la nuestra en apreciable medida.

La Ley impuesta ha terminado con el cuidado de los páramos, donde nacen las fuentes que permiten el regadío y dan origen a los ríos de la vertiente amazónica y del Pacífico. Las comunidades indígenas son las primeras perjudicadas, pero a la larga lo será todo el país.

El presidente ha declarado que las pequeñas parcelas de tierra, indígenas sobre todo, son una rémora para el desarrollo a pesar de que su producción abastece a buena parte de la población. Se trata de favorecer los monocultivos de las grandes empresas…

El gobierno privó del manejo autónomo de la Educación Intercultural Bilingüe a las organizaciones de los pueblos originarios, y la puso bajo las órdenes del Ministerio de Educación. Cierto es que había que perfeccionar el proyecto, pero era una institución de ellos, de los indígenas; les daba confianza en su capacidad, visión propia sobre sus propios problemas, les proporcionaba la conciencia de pueblos con identidad histórica.

Con los libros y textos que se elaboraron, la lengua pasó de oral a escrita; se comenzó a escribir la historia de las nacionalidades, de sus levantamientos y luchas. Todo esto fue desechado. Ahora hay lujosas “escuelas del milenio” que carecen del contenido cultural y social que tenían las escuelas manejadas por profesores indígenas. En suma, se retrocedió y se desfiguró la idea de un Estado Plurinacional.

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