OPINIÓN

Los excluidos

Por: Santiago Argüello Mejía

El internamiento de los indeseables, de los no ciudadanos, fue el invento de la Época Clásica para quitarse de las manos el problema social. Hay quien habla de “carcelización” de la sociedad, puesto que las necesidades de control social del momento no eran solo para quienes cometían delitos y debían ser sometidos a regímenes de severidad, castigo y enmienda. La justificación muy religiosa era “mejor someter al cuerpo para salvar el alma” Y eran tantos los excluidos que todo lo que se logró fue, en efecto, declarar que ser pobre era un delito.
No solo la pobreza como causa central de la exclusión sino también cualquier otra causa que descalificara al individuo para su vida en sociedad, como por ejemplo la enfermedad. Se sabe que se condenó a las casas de trabajo y hospitales generales primero, a los leprosos y después a los enfermos mentales, mendigos, ociosos, malentretenidos. La mixtura que relata la historia hacia 1777 en las cáceles, casas de trabajo y casas de forzados es de mendigos, perezosos, bribones, indigentes, niños, impedidos y criminales.
La confusión se mantiene y hoy se pasa rápidamente de los mecanismos de asistencia filantrópica a los de atención de vulnerables y grupos de atención prioritaria (para usar la expresión de la Constitución de Montecristi) Pero la respuesta del internamiento corresponde a la asistencia, al orden, al socorro, al control social o al castigo. En el mecanismo caían por igual el depravado, el imbécil, el pródigo, el impedido, el desequilibrado, el libertino, el hijo ingrato, el padre disipado, la prostituida, el insensato.
Ciudad perfecta, solo había que guardarse de no mezclar los indeseables con los ciudadanos honestos, religiosos y propietarios, buscar en el proyecto del orden y la virtud escribiendo en la piel de los internados de toda clase el frío mandato de la ley. Reconvertir lógicamente por esta vía la fuerza de trabajo desperdiciada o descontrolada. Nace así con tan nobles intenciones el proyecto panóptico, no para construir cárceles como se cree, sino para construir control social total para los trabajadores y para cualquier espacio donde haga falta dominar la fuerza de trabajo y disciplinar a la sociedad.
¿Hemos superado el esquema que heredamos? El extremo sería causar exclusión de todos los sujetos que nos resulten molestos, volviéndonos al esquema de las leyes de defensa social con castigo a la desprotección que sufren los enfermos mentales, los desocupados (que crecen cada día), los inconformes, ancianos o niños en situación de abandono… De qué servirían entonces declaraciones tan importantes como ésta: “Todas las personas son iguales y gozarán de los mismos derechos, deberes y oportunidades” (como señala nuestra Constitución) Hagámoslo realidad.

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