«No es importante» hasta que sucede en casa

Por: Paula Castelo, PRODH

Vivo en Taiwán, una isla a 240 mil km de distancia de China y hasta esta semana no entendía lo peligroso que es no controlar el contagio del Coronavirus (COVID-19). Me parecía exagerado que los taiwaneses usen máscaras quirúrgicas, que se tome la temperatura de todos quienes entran a edificios concurridos como universidades, que se pida a quienes tienen síntomas de resfriado aislarse hasta sentirse mejor.

Taiwán es 7 veces más pequeño que Ecuador y tiene 50% más habitantes. La diferencia es que las personas salen menos, usan tapabocas, se auto aíslan en casos de enfermedad, y acatan las instrucciones del gobierno. Las medidas acatadas por los taiwaneses ayudan a que hoy, tres meses después del primer caso del COVID-19, solo haya 77 casos confirmados y un fallecido. Pero además sin haber detenido al país. Instituciones educativas, trabajos, transporte público y masivo funciona con normalidad, las perchas están llenas de comida, nadie compra masivamente.

En Ecuador, en Latinoamérica no tenemos un conocimiento adecuado sobre epidemias, sanidad, ciencia, y los rumores se difunden más rápido que información verdadera. La desobediencia e irreverencia latina puede ser buena, pero no en estos casos donde la ignorancia científica nos hace sentir cómodos para actuar sin consecuencias.

Todos, adultos mayores, niños, extranjeros, pobres o ricos tienen derecho a tener salud y vida. El virus no ataca solo a adultos mayores, ataca a embarazadas, madres, padres, hermanos, hijos. No es cuestión de edad, es cuestión de humanidad. El virus no duele hasta que llega a casa, a mi me duele ahora que veo ha llegado a Ecuador.

Debemos acatar instrucciones para evitar que el virus se propague, para cuidar a nuestras familias y la de nuestros amigos, pero también a aquellos que no tienen agua ni jabón, aquellos que no tienen casa, por aquellos que son más vulnerables y no tienen nadie que piense en ellos.

Ante esta crisis sanitaria mundial debemos solidarizarnos y dejar la arrogancia de lado. Yo en Taiwán la he dejado y acato los requerimientos porque veo en el resto del mundo lo que sucede cuando la sociedad no es empática. El virus del individualismo, de la necedad, de la falta de empatía hacen que el COVID-19 se multiplique.