Ileana Almeida, Revista Rebelión
En nuestra Sierra Central existen aún muchas llactas (aldeas) habitadas por quichuas que conservan la propiedad colectiva de la tierra, formas de organización social y códigos culturales propios del mundo andino.
Los territorios compartidos son de larga data, como lo prueban frecuentes vestigios arqueológicos. Sin embargo, para los gobernantes ecuatorianos parecería que no existieran las llactas; no les interesa el drama que sufren, acechadas por sistemas ajenos a la concepción comunitaria.
En estas circunstancias y ante la falta de propuestas para solucionar los problemas de las comunidades, la resolución de la Corte Constitucional, que ha fallado a favor de los comuneros de Tunipamba Bella Vista (Imbabura) resulta casi un milagro. El fallo –inapelable- ha sido el último capítulo de una larga querella por la tierra durante dos épocas: la de los viejos terratenientes y la de la privatización de las tierras.
De la pugna con la hacendada, los alegatos jurídicos, las represiones militares, los viajes a la capital, surgió un líder excepcional: Rafael Pérez Andrango, descendiente de los caranquis originarios. Él encarnó los sueños de los comuneros hasta que “la hacendada se fue quemando el maíz y al bosque le sacó todas las maderas, dejando solo los troncos sembrados por nuestros mayores. Se salió para nunca volver”. Así narra el fin de la hacienda, en 1994, en su libro Pérez Andrango, que solo terminó la escuela primaria, pero que ha dado todo de sí para alentar la lucha de su comunidad.
Ganada la demanda por el predio, los comuneros de Tuni Pamba, tuvieron que enfrentar un peligro mayor: el individualismo de algunos miembros de la comunidad y la paulatina desaparición de rasgos culturales propios. Se revelaron síntomas separatistas que involucraron a ciertas autoridades del Cabildo comunal. La tierra comenzó a transferirse a través de la herencia como preludio de la privatización. Más aún, se dio paso a la venta indocumentada de determinados terrenos.
Pérez Andrango previó la destrucción de su comunidad: migración de los jóvenes, diferenciación entre ricos y pobres, sembríos de productos no tradicionales, adoctrinamiento político. Él y algunos compañeros suyos demandaron el reconocimiento de la tierra colectiva, fundado en el derecho inalienable e imprescriptible de tierras comunales garantizado por la Ley. Nuevos esfuerzos, nuevos procesos judiciales. En 2014, la Corte Constitucional admitió a trámite la solicitud de los comuneros y, por fin, en 2021, falló a favor de los demandantes argumentando que la Comuna es una institución histórica, núcleo de las nacionalidades. Así admitió lo que manda la Constitución: que el Estado ecuatoriano es único y plurinacional.
Las comunidades indígenas no son ajenas al mejoramiento de la vida: quieren ser dueños de su tierra y administrarla a favor de todos. En el futuro quizás sirvan de inspiración para forjar un mundo mejor.
Bibliografía fundamental
Arrobo Rodas, Nidia. Testimonios presenciales de las tomas de tierra y desalojos. Participante en la demanda jurídica ante la Corte Constitucional del Ecuador a nombre de la Fundación Pueblo Indio del Ecuador en calidad de amicus curiae en defensa de los Derechos de los Pueblos Indígenas.
Pérez Anrango, Rafael. Tunibamba Llaktapak Allpamama Ña ñukanchikpak Kankimari / Tierra Comunitaria de Tunibamba por fin eres nuestra. Fundación Pueblo Indio del Ecuador, Quito. Guerra Contra el Hambre, Puerto Rico, 2007
Leyes:
Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Constitución política del Ecuador. Artículo 84, 1988.
Constitución del Ecuador. Carácter del Estado plurinacional. 2008.