¿Por qué debería importarnos el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero?

Hace apenas unos días, una turba irrumpió en el Capitolio de la capital de Estados Unidos, sede del Poder Legislativo. Sus “reivindicaciones” y consignas aún no quedan muy claras, pues hay desde denuncias por un supuesto fraude electoral en las recientes elecciones, ganadas por el demócrata Joe Biden, hasta seguidores del peligroso movimiento conspirativo QAnon, quienes apoyan y defienden a Trump casi como un mesías salvador. Pese a esto, el grupo tiene algo en común, les une el supremacismo blanco.

¿Y por qué debería importarnos algo tan lejano a nuestra latitud? Pues bien, dice un adagio popular que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, recordemos que hace un siglo un sujeto empezó a difundir sus ideas supremacistas, y al principio a nadie le pareció peligroso, era improbable que llegara a hacerse con el poder, pero luego de casi una década Hitler dirigía a Alemania, y en un par de años más la llevó a la Segunda Guerra Mundial, con las desastrosas consecuencias conocidas por la humanidad. En nuestro caso, por fortuna Trump dejará el poder el 20 de enero de 2021, pero “el daño ya está hecho”, pues con sus discursos populistas y de división deja el tejido social de Estados Unidos profundamente fraccionado, y con este, su institucionalidad también queda lesionada.

Prueba de ello es la diferenciada respuesta por parte de la Policía a hechos similares. Frente a las multitudinarias protestas de personas afrodescendientes contra el racismo con ocasión de la muerte de George Floyd se desplegaron diversos recursos y estrategias para contener posibles hechos violentos, pero con relación a la toma del Capitolio por parte de grupos de personas blancas a favor deTrump, de la cual se tendría conocimiento desde hace unos 65 días según reporta la BBC, poco se hizo. ¿Tendrá acaso algo que ver el color de piel de las personas que irrumpieron en el Capitolio? Todo parece indicar que sí, pues como mostraron algunos medios de comunicación, hubo colaboración, o al menos omisiones, de parte de algunos agentes de policía.
Entonces, por supuesto que debe importarnos la toma del Capitolio, pues el saliente presidente de Estados Unidos con su discurso esparció la semilla del odio racial y logró un alarmante retroceso en derechos. Y esto debe preocuparnos porque su discurso tuvo eco en nuestra América, y con tristeza, lo seguirá teniendo por mucho tiempo.

Es necesario que tomemos conciencia del nefasto impacto de los discursos de odio, incluso de los que parecen muy lejanos a nuestra vida diaria, pues como señaló Martin Niemöller en su poema:

«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.»