Mejores días para la hermana Colombia

Durante su gobierno, el presidente de Colombia, Iván Duque, fue criticado por el escaso apoyo a la implementación del los Acuerdos de Paz que fueron firmados en 2016. Y es que el partido de Duque, el Centro Democrático, fue el principal opositor a dichos acuerdos. Bajo su régimen se fortalecieron los grupos armados irregulares, tales como las disidencias de las FARC, grupos paramilitares de derecha, carteles del narcotráfico y la propia guerrilla del ELN.

En ese período, el número de masacres aumentó más del 100 %. Casi mil líderes sociales fueron asesinados, la mayoría mujeres, indígenas, afrodescendientes y miembros del colectivo GLBTI. Lo mismo sucedió con alrededor de 400 excombatientes que se habían integrado a los procesos de paz, los que incluyen actividades productivas alternativas para los exguerrilleros. Además, en el gobierno de Duque se desfalcaron fondos para implementar los Acuerdos de Paz que fueron a parar a los bolsillos de amigos del ahora expresidente.

El 7 de agosto se posesionó el nuevo presidente, Gustavo Petro, y por primera vez en la historia de ese país llega al poder un gobierno de signo progresista. Petro ha decido impulsar con fuerza los Acuerdos de Paz, e incluso expresó la necesidad de que la paz sea total, caso contrario no habrá paz en Colombia, donde una guerra fratricida lleva más de 90 años llenando de sangre y dolor al país.

Entre los 25 puntos para alcanzar la paz, están apoyar a la Jurisdicción Especial para la Paz, continuar los diálogos con la guerrilla del ELN (suspendidos en 2019), lograr reparaciones efectivas para las víctimas del conflicto, no criminalizar a los cultivadores de hoja de coca y someter judicialmente a las organizaciones del narcotráfico, abordar el consumo de drogas como un problema de salud pública y prohibir la aspersión de glifosato en los cultivos de coca y marihuana.

Especial importancia tienen los puntos referentes al campo y la propiedad de la tierra. Ahí se incluyen medidas como la reforma rural que haga más productivo al campo, incluyendo impuestos a las tierras improductivas, o que sean compradas por el Estado para su redistribución. También está la creación de una jurisdicción agraria para resolver los problemas de conflictos de tierras, probablemente la principal causa de la guerra civil que sufre desde hace varias décadas Colombia, uno de los países más desiguales del mundo.

Petro fue muy claro con sus ministros y demás colaboradores el día de su posesión: “No podemos fallar”. Auguramos que este nuevo gobierno, desvinculado por primera vez de los terratenientes y oligarquías que han gobernado Colombia desde su independencia, finalmente logre poner fin a un conflicto que ha costado la vida a cientos de miles y ha significado el desplazamiento y exilio para millones de colombianos.