No regresemos al viejo oeste

De cuando en cuando pasan en la televisión o se estrena en el cine una película acerca de
vaqueros y del viejo oeste. A este tipo de obras cinematográficas les llaman wésterns. En ellas
aparecen toda clase de forajidos, en un escenario en el cual solamente prima la ley del más
fuerte. Usualmente, en estas películas aparecen también antihéroes que, a lo Harry el Sucio,
disparan primero y preguntan después, unos gatillo fácil, que a lo largo del film acumulan un
largo prontuario de asesinatos; todo esto basado en la creencia de que solo ellos representan
los valores correctos y hacen efectiva la justicia, más allá de lo que diga la ley.

El asunto es que la vida real no es y no debería parecerse a estos héroes cinematográficos.
wésterns. No deberían existir personas que puedan disponer libremente de la vida de otras,
sobre todo, bajo la excusa de representar la ley o de hacer justicia. En un mundo civilizado y en
un Estado de Derecho operan conquistas tan básicas como que las personas tienen derechos,
tales como el derecho a la vida, a la integridad personal, o al debido proceso.

Uno entiende, penosamente, que los derechos humanos son relevantes luego de pasar por
experiencias terribles, de procesos históricos en que los encargados de hacer cumplir la ley
abusaron de su poder, de la función que les asiste para usar las armas y detener a las personas;
que dichos “héroes” no son tales, pues actuaron más bien como delincuentes, cometieron
hechos tan atroces como torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. Ante
estos hechos las excusas no importan, quienes los cometen deslegitiman al Estado.

En la memoria de muchos de nosotros están los treinta mil desparecidos en la Argentina, los
vuelos de la muerte y los recién nacidos sustraídos; también recordamos en Chile a los
ejecutados en la Casa de la Moneda, Villa Grimaldi y el Estadio Nacional, y cómo olvidar lo que
le hicieron a Víctor Jara. Tampoco olvidamos a los torturados y asesinados en Barrios Altos y la
Cantuta en el Perú, o a los falsos positivos en Colombia. Y claro, también recordamos a los
hermanos Restrepo, a Consuelo Benavides, a la gente de la Tigrera, a los 11 del Putumayo y a
la gente de los casi doscientos casos de violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa
humanidad cometidos principalmente en la época de León Febres Cordero. Esta es la triste
historia de Latinoamérica y de esos personajes que se creyeron dueños de la verdad y
justicieros.

Tampoco olvidamos el Caso Fybeca y como más de una decena de policías, bajo la excusa de
un supuesto operativo policial, desaparecieron y ejecutaron a quienes se encontraban al
interior de una farmacia en la ciudad de Guayaquil. Caso que fue juzgado por nuestra justicia y
en el cual, fuera de toda duda, se encontró responsabilidad policial y se declararon graves
violaciones de derechos como desaparición y ejecución extrajudicial.

Pero, de cuando en cuando, en cuando aparece un retrógrada carcamal, aunque existen
muchos de ellos en realidad, quien creyéndose vaquero en el viejo oeste añora disparar sin
rendir cuentas, e incluso se burla de las víctimas de casos pasados, víctimas como las Dolores,
o las viudas del Caso Fybeca, todo bajo la excusa de combatir la delincuencia, sin darse cuenta
siquiera de que con lo que proponen y añoran lo que hacen es apología al delito al fomentar la
delincuencia estatal. ¡Recordemos! No olvidemos y no caigamos en esos vetustos discursos
anti derechos que tantas vidas costaron y nada solucionaron. NO REGRESEMOS AL VIEJO
OESTE