Este editorial no tiene la intención de incurrir en el error moral que denuncia un viejo adagio: “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. Esto debido a que se hace imprescindible decir algo sobre la situación del vecino país del sur, que no mejora tras casi dos meses de protestas sociales.
El rasgo relevante de dicho proceso es el descontento social. La sierra sur peruana es la región que mayor conflictividad presenta, y no es coincidencia que también sea la más abandonada por el gobierno central, así como que sea de mayoría étnica quechua y aymara. Poblaciones históricamente discriminadas.
Las protestas se dan contra Dina Boluarte, pero algo que parece estarse olvidando es que también son contra el abandono de décadas, contra el racismo rampante y la desigualdad económica. Como ejemplo vale recordar lo mencionado por la BBC: “En noviembre de 2022, varios gobiernos regionales habían ejecutado menos de la mitad del presupuesto asignado para todo el año.” Este hecho se puede entender solo si se piensa en que la política peruana de desarrollo se da desde “un abandono con recursos”. Además, las protestas encuentran su germen también en la desilusión y el incumplimiento de las promesas electorales del depuesto presidente Castillo, que solo confirmaron para muchas personas un viejo cliché, todos los políticos son iguales.
El problema por resolver en el corto plazo no es si la presidenta designada se va o se queda. Es cuántas personas más deben morir o resultar lesionadas para que el gobierno se siente a negociar y escuchar a su población. La represión a civiles, el abuso de la fuerza y los actos de dudosa legalidad de miembros de la fuerza pública, la persecución a periodistas y medios de comunicación deben cesar. También lo debe hacer la violencia de parte de la sociedad civil. La violencia es inaceptable venga de quien venga.
En verdad esperamos que la situación en Perú mejore pronto. Por lo pronto, invitamos a nuestros vecinos a aprender de los errores ajenos, pues la demora en sentarse a dialogar, la tolerancia de las autoridades al uso excesivo de la fuerza, así como la violencia virulenta de parte de algunos manifestantes, solo agravaron la división social y el sentimiento racista luego de las protestas en nuestro país. Las grandes pérdidas materiales se repondrán con rapidez, no así el débil tejido social de nuestros países andinos.