A la “justicia” se la ha representado simbólicamente como a una mujer, con los ojos vendados mientras sostienecon una de sus manos una balanza. De allí que se diga usualmente que la justicia es ciega para referirse a la neutralidad e imparcialidad con que las juezas y jueces deben tratar las causas que les llegan a conocimiento. Sin embargo, en Ecuador parece que esta imparcialidad y neutralidad no existen cuando se trata de casos de violencia sexual contra las mujeres.
Así parecen demostrarlo los jueces del Tribunal de la Corte Provincial de Pichincha, cuando a finales de 2018, en la audiencia de apelación a la prisión preventiva del taxista Fernando M.,presunto responsable de violación de Evelyn y muchas otras mujeres en la capital, permitieron que uno de sus colegas la revictimizara. Esto ocurrió cuando uno de los jueces abogó por la presunción de inocencia del investigado sacando una navaja y mostrándosela a la víctima mientras decía “Yo también llevo una navaja. Cualquiera puede cargar un cuchillo para defenderse”.Antes Evelyn había relatado a los jueces como fue secuestrada y violada bajo la amenaza de ser herida y asesinada con una navaja.
En casos como este pareciera ser que la justicia no solo está parcializada, sino que además se confirma que es machista.Pero Evelyn no es la única mujer que ha sufrido conductas de este tipo, si se presta atenta nota a los recientes casos como el deMartha, se podrá observar que ellas son además revictimizadas por la sociedad, que en vez de protegerlas y creerles sigue culpabilizándolas por lo que llevaban puesto, la hora a la que salieron, lo que bebieron, y peor aún por lo que dijeron y hasta lo que no dijeron, porque si son presas del pánico y no pueden defenderse, ni siquiera insultando, también será su culpa.
Esta malévola lógica es lo que hace que la justicia falle otra vez, pero ahora desde los abogados defensores, que inventando las más descabelladas estrategias de defensa podrían llegar hasta a trapear el piso con la vida privada, defectos y hábitos de las víctimas, de sus familiares e incluso de quienes les brindaron auxilio. Una cosa es velar por el debido proceso de las personas investigadas y defender sus derechos, y otra muy diferente es defender lo indefendible a costa de la integridad y honra de las víctimas.
¡Hasta cuándo las mujeres tendrán que aguantar el machismo judicial!