El título de nuestro editorial podría parecer un auténtico contrasentido, incluso podría parecer ridículo u ofensivo. ¿Quiénes podrían beneficiarse de un virus que ha infectado a millones de personas y matado a más de medio millón, que ha provocado una crisis sanitaria, económica y social? Pero la verdad sea dicha, existen ciertos sectores que han aprovechado el contexto de crisis para beneficiarse del malestar ajeno.
Con la excusa de la Covid-19 el gobierno tomó varias medidas económicas que venía anunciando desde hace algún tiempo, la pandemia fue únicamente el empujón que necesitaba. Las “recomendaciones” del FMI fueron plenamente aplicadas: despidos masivos de servidores públicos, rebajas de sueldos, disminución de estabilidad, y acumulación desmedida de labores en quienes quedan fueron parte de las medidas; en lo social se disminuyeron derechos sociales, la salud, la educación, la seguridad social, los programas de alimentación y vivienda fueron los más afectados, para el gobierno resultaron ser “gastos” que en tiempo de crisis se pueden “ahorrar” y todavía faltan más ajustes. Pero lo peor de todo, nos han negado incluso la posibilidad de protestar, supuestamente para cuidar nuestra salud.
También ciertos grupos empresariales han encontrado en la Covid-19 la oportunidad perfecta para despedir a sus empleados sin más y rebajar sueldos o mermar beneficios laborales; si usted no nos cree, mire en Google la cantidad de personas que han perdido sus trabajos sin mayor justificación o acérquese a los alrededores del Ministerio del Trabajo o de los complejos judiciales y vea la inmensa cola de gente que reclama judicialmente porque sus derechos laborales no fueron respetados. Lastimosamente muchas empresas grandes y fructíferas tomaron las inconstitucionales normas aprobadas por el gobierno para flexibilizar la estabilidad y derechos de sus trabajadores.
Por otra parte, la siempre presente corrupción tomó dimensiones nunca antes vistas en tiempos de pandemia. Los pocos recursos que teníamos se fueron en contratos millonarios, en la compra de recursos médicos sobrevalorados y de mala calidad, en transacciones internacionales dudosas, en nuevos préstamos que condicionarán el manejo de nuestros recursos por varias décadas. Todos los días nos enteramos de un nuevo delito por los mismos grupos e involucrados de siempre. Tontamente algunos pensaron que durante esta crisis serían los pobres, aquellos sin recursos económicos, los que más iban a delinquir, pero en realidad, aquellos sectores siempre pudientes han sido quienes en la búsqueda de acumular recursos han violentado todos los límites morales y legales.
Y no olvidemos a nuestros políticos: a los que han utilizado la pandemia como trampolín político y modo de vida; a los que se fotografían y posturean en lugar de cumplir con su función; a los que se han fingido enfermos; a los que han negado a sus familiares y amigos, todo por no asumir sus responsabilidades; también a esos que al grito de ¡Viva la patria! nos roban y nos siguen robando; y, cómo no olvidar a los que aprovechándose de la desesperación de la gente han dicho que solucionarán todo y superarán la pandemia en cien minutos.
Todo esto debería darles vergüenza y todo esto debería indignarnos.